N° 39 - La Meditación del Hogar

La oración es la fuerza del alma, dice el Maestro Santiago. La meditación es oración. La plegaria es oración. Las lecturas piadosas, la asistencia a los necesitados, la contemplación y los servicios religiosos son oraciones. El trabajo con la intención puesta en Dios también es oración, llamada Meditación Operativa. Se puede orar todo el día, como recomendaba el Apóstol Pablo, aún en las oficinas y en las calles de la ciudad, si el alma está atenta. En esta Reflexión explicaremos la Meditación Operativa que se practica en la casa familiar, sus características y sus efectos. Está dedicada a las personas de mayor edad porque son los que más necesitan el ordenamiento de sus hábitos mentales y pueden hacer tareas apropiadas a sus fuerzas. Tal vez se hayan jubilado de las obligaciones laborales externas y ahora disponen de mucho tiempo para ocuparse en sí mismos, de su alma a la cual no le habían dado importancia. Son como casas poco cuidadas, sucias, mal olientes, con rincones oscuros a donde nunca llegó el plumero ni la escoba; necesitan pintura nueva, reparación de los artefactos sanitarios y muchas otras cosas. A la suciedad nunca llega la bendición de los Maestros; un alma abandonada debe limpiarse interiormente para recibir la visita de Ellos. Tomaremos esta analogía de la casa con el ser humano, que tiene vínculos reales, para explicar la Oración del Hogar.

La oración de la casa es la fuerza interior que ponen sus habitantes para sacralizarla realizando las tareas domésticas habituales de todos los días, desde la limpieza impecable de los pisos hasta la comida hecha en al cocina para el bienestar de la familia, en armonía y paz. Todo lo que acontece allí, las veinticuatro horas del día, sin pausas, incluso las horas del sueño, son instrumentos espirituales al servicio de sus moradores. Si se limpian bien los platos, se plancha correctamente la ropa y los pisos brillan, será la buena Meditación. Si se trabaja de mala gana protestando por la suciedad y el desorden será una oportunidad fracasada. El espíritu y la alegría en el ambiente señala la calidad de la oración, aunque en todo el día no se pronuncie ni una vez la palabra Dios; rezan las manos, los ojos, las piernas, toda la familia construyendo la hermosa obra de un hogar consagrado.

La limpieza y orden en la casa, más la higiene personal de sus habitantes, no son todas las condiciones de la meditación hogareña; constituyen el marco de un cuadro, o el escenario de un teatro, pero son indispensables. La obra la viven los actores según el argumento que desenvuelven sus almas, individualmente y en grupo. Si la escenografía está bien diseñada, el movimiento de los personajes manifestará claridad física y espiritual.

Por cierto que la oración del hogar no reemplaza los ejercicios de Meditación recomendados en las Enseñanzas, sino los enaltecen y los complementan, facilitando los buenos resultados. Si la casa está en orden y en sosiego la disposición para la oración mental se verá facilitada, y el alma podrá entregarse libremente a su búsqueda interior, como relata San Juan de la Cruz en su hermosa poesía Noche Oscura: “Salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada”. Para que la Meditación Operativa tenga efectos constructivos permanentes debe establecerse una armonía entre las dos casas, la exterior hecha de paredes, pisos, techos, puertas y muebles, y la interior, donde se mueven pensamientos, imágenes y sentimientos. El ordenamiento externo contribuye a la paz interior.

Pero hay casas grandes y casas chicas, mansiones fastuosas de cuarenta habitaciones, palacios reales, departamentos de un ambiente, ranchos en el campo, villas miserias construidas con latas, sin agua, ni electricidad. Aquí interviene un factor destructivo que nada tiene que ver con la oración: el poder del dinero. Las mansiones necesitan un personal numeroso para mantenerlas. ¿Los domésticos oran por sus patrones y los benefician espiritualmente? No; la oración es personal e intransferible, y en todo caso beneficia al sirviente. Igual situación se produce en las villas miserias, favelas y callampas que no cuentan con el mínimo recurso material para sostener la vida. En la maravillosa ciudad de Río de Janeiro, con su escenografía espectacular frente al mar, se destacan los edificios de departamentos lujosos con amplios ventanales hacia la playa, mezclados con favelas en los morros, sin calles, sin agua potable, con miserias y drogas, también abiertas al mar. Los excesos son dañinos, especialmente los económicos, cuando hay mucho dinero o no hay nada. En el tema que estamos reflexionando lo mejor es una familia clase media y una casa que cubra las necesidades. Hay otros tipos de oraciones explicadas en las Enseñanzas que hacen abstracción de la situación social dura o blanda, abiertos a cualquier persona que tenga las condiciones mentales apropiadas y la voluntad de orar; pero la que aquí explicamos, es la más apropiada para la familia que se sostiene sola.

Hay una Enseñanza del Maestro Santiago muy elocuente que une la Meditación de la Casa con la realidad del alma, que dice: “Hace muchísimos años, el Caballero Gran Maestre le preguntó a un santo hombre: ¿Cómo se da cuenta el alma de que ha llegado a una verdadera comprensión espiritual? Ese buen hombre contestó: “Cuando la casa se mantiene sin sostén” (Libro XXXVI: “Conferencias de Embalse - 6/07/1957”, Capítulo 30).

La familia que vive en una casa y la mantiene por sí misma en perfecto estado está muy cerca del hombre que mantiene su alma por sí sola con su propio esfuerzo. El que posee una casa grande con muchas cosas adentro, necesita sirvientes para mantenerla; el que tiene muchos apegos, ilusiones de separatividad, ansias de posesiones, hábitos insolubles y fantasmas en la mente no se sostiene, necesita dinero para pagar a los sirvientes que lo mantengan, médicos, promesas de un paraíso, el perdón de los sacerdotes, etc., y que le saquen la suciedad espiritual. Si no renuncia, vuelve a ensuciarse y tiene que recurrir a la confesión para que lo perdonen una y otra vez. Es un cuento de nunca acabar.

Dice la misma Enseñanza más adelante: “La Casa ha de ser una Verdad espiritual, asentarse por sí sola y sin sostén. Es una doctrina escueta que nos hace temblar frente a la realidad. Uno tiene que hacerse de acero, resistente, fuerte. No necesitan consuelo y perdón para ser redimidos, porque se redimen por sí mismos. Nuestra verdad es: la Casa se mantiene sin sostén. Si la realizamos en nosotros, no perecerá.”

La Meditación Operativa de la Casa es sencilla, humilde, al alcance de todos, especialmente los viejos, cuando ya no salen a la calle a trabajar y tienen mucho tiempo desocupado. “Hacer la casa”, como se llaman las tareas del hogar, encierra gran significado espiritual; no sólo trabaja y ora para sí mismo, sino también para los seres queridos que lo acompañan y lo ayudan en caso de necesidad. Quienes consideren que ya han cumplido con su deber en la vida y que ahora, jubilados, deben ser atendidos por la nueva generación, han llegado a la más equivocada de las conclusiones, no han aprendido nada, porque en breve tiempo, la vencedora de todas las luchas, la muerte, lo estará esperando implacablemente. Hay que prepararse para atender ese acontecimiento, el más importante en la vida de un hombre, y que expresa el significado exacto de sus experiencias.

Esta Oración es universal y prepara al ser para la buena muerte. Se logra cuando la Casa del alma y la Casa familiar están en paz.

Canta San Juan de la Cruz:

En una noche obscura
Con ansias en amores inflamada,
¡Oh dichosa ventura!
Salí sin ser notada,
Estando ya mi casa sosegada.

En el éxtasis, como el que relata el místico San Juan, el alma sale del cuerpo un tiempo y luego regresa; en la muerte el alma sale y no vuelve más. Para alcanzar el éxtasis es necesario una larga preparación ascética mística. Para la muerte hay que prepararse también, pero ella viene cuando quiere y arranca el alma de la vida, llore quien llore. Es necesario prepararse para ese momento, poniendo paz, sosiego, y orden en la casa. La Oración del Hogar es un buen método para los últimos años, cuando disminuyen las fuerzas, vienen los achaques, la mente se debilita y nadie se ocupa del anciano.

Entonces los jubiladas deben volver a trabajar, cualquiera sea la edad que tengan, no en humillantes oficinas y talleres, sino en el hogar, ocupando su tiempo libre en las tareas que pueda hacer: barrer los pisos, lavar los platos, limpiar los vidrios de las ventanas, cuidar el jardín, hacer las compras. Muchos lo hacen y se los ve en los Bancos, en los supermercados, acompañando a los nietos a la escuela. Las tareas de la casa son variadas y enriquecedoras y si las hace no tendrá necesidad de estar horas y horas frente al televisor deteriorando su mente con estupideces.

Para que las tareas hogareñas sean una verdadera oración hay que ofrendarlas a Dios, solicitando paciencia y buena voluntad para realizarlas, a pesar de las dificultades de los años y la dureza de las manos. Más importante que la perfección del trabajo es el amor que se pone en la obra. Y a medida que va limpiando los muebles el alma también se va puliendo, poco a poco, para que cuando llegue la buena muerte sea recibida con alegría y en paz.

José
Noviembre de 2003

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