N° 49 - La Perfección Integral

Ha llegado a nuestras manos una copia de la Enseñanza dada por Santiago Bovisio el 21 de febrero de 1951, en el Retiro de ese año, y no forma parte de ningún Curso, por lo cual está considerada fuera del Canon. Está aislada y, sin embargo, es formidable, revelando su capacidad de exponer las más brillantes ideas de controversia analógica, propia de un Maestro de Sabiduría moderno, que no pertenece a las tradiciones del cristianismo ni del hinduismo, sino que es más antiguo y de otro lugar, el templo de Iniciación Politeísta Egipcio, antes de la "Guerra de los Dos Soles". Como allí se indica, los místicos del futuro activarán todas las líneas cerebrales con insospechadas consecuencias para la civilización. Transcribimos aquí la Enseñanza para meditación de sus Discípulos.

Pero lo más maravilloso del escrito es una comunicación que tuvo lugar con el Señor Maitreya, en la cual el Gran Iniciado reveló cómo ha de ser la característica de su misión en la Tierra en esta segunda vuelta, así como también juzgó los resultados de la primera cuando encarnó como Jesucristo. No existe en toda la literatura mundial ninguna palabra directa del Maitreya; está envuelto en el misterio; pero si esta comunicación se cumple como está expresado, la presencia del gran Ser tendrá coherencia justiciera con los horrores que está viviendo la civilización en sus últimos momentos cristianos.

LA PERFECCIÓN INTEGRAL
Enseñanza dada por el CGM el 21/02/51. Retiro 1951
(Fuera del Canon)

Los estudios y experiencias durante mi vida espiritual, me han llevado al convencimiento de que la mística de estos tiempos y de los antiguos no conducen a la perfección integral, sino que, a través de la mística de la luz (santos, místicos, etc.) o de la mística de las sombras (criminales, seres degenerativos en su sensualismo, etc.), sólo huyen de sí mismos para conseguir solamente una gota del océano de la eternidad.

Revisad cuidadosamente la concentración, el control, el método, la disciplina, el temor de los seres que utilizan la mística de la sombra, y veréis también que en ellos la utilización de su instrumentación anímica los conduce a salir de sí mismos para tentar lo desconocido, tentar lo que desconocemos, tentar la búsqueda de algo movedizo o insinuante que tiene todo el misterio de no ser nada de lo que poseemos. Son los que, siguiendo al Diablo, maceran la conquista de su sensualidad mística. Son, por lo mismo, destructores del hombre en sí, porque le abandonan.

¿Los que practican la mística de la luz, no son acaso el polo opuesto? Y por ello provocan el mismo fin. Las Enseñanzas de este Retiro lo atestiguan: exigen una continua vaciedad de los sentidos, de la mente, del espíritu, para al fin consolarse con una gota pequeña de creerse superhombres o enviados de Dios.

Son los que, huyendo de sí mismos, tienen inmensas noches de soledad y mortificación con consuelos diminutos. Son los que, a través de una disciplina metódica, van destruyéndose sin piedad, para después de llegar a la cumbre y tener que regresar, no pueden hacer sentir en el mundo la perfección alcanzada. Diría que al dejar de ser hombres, se convierten en imágenes falsas de la perfección integral. Miremos sino a Rodo, que vivió en la cumbre de la montaña, que se sirvió de toda clase de mortificaciones para mirar a Dios cara a cara, y cuando lo creyó así, al descender solo desde la altura, al ver la belleza de una flor silvestre, se transformó y maldijo a Dios que no le había dado a través del esfuerzo, la belleza natural de esa flor que, sin ninguna condición metódica, la había obtenido. Creyó ver en esto una tremenda injusticia de Dios, y la aplastó con su pié.

Vean si no a San Juan Clímaco con sus 30 años sin hablar, vean a los padres eremíticos del desierto, vean los senderos descriptos por San Juan de la Cruz, y en todos ellos no vemos sino una gran disciplina, un gran método, una gran escalera; pero que como final, sólo ofrecen la particular y pequeñísima forma de la perfección lograda a través de ahuyentarse de sí mismo.

Basado en estos conceptos es que mi experiencia me indica que los seres de la subraza (teutónica), en su dualismo, no podrán obtener la perfección integral, porque adolecen del defecto capital de equivocarse en el principio en que sustentan sus teorías. No podré decir que no ha habido almas que, por su destino, al llegar a la cumbre, pudieron expansionarse en una perfección integral. Tal el caso de Santa Catalina de Siena, cuando por su frase: "Si volviera otra vez al mundo, no me importaría ser la más vil pecadora, si en mi alma tuviera este sentimiento de amor a Dios", se vislumbra el grado de perfección alcanzado.

Recuerdo en este instante la espiritual comunicación que tuve con el Divino Maitreya, en un viaje que realicé a Rosario con Leo (su tercer hijo). No lo comprendí entonces, pero las terribles conmociones que sufre el mundo, poco a poco, me han ido iluminando para su debida interpretación. Más o menos, el significado de aquella notificación fue así: "La otra vez, quise tomar sobre mí el dolor de los hombres, comprendí lo que había en el corazón de los hombres y quise cargarme con ellos para elevarlos a mi perfección, pero no lo conseguí. Ahora deseo volver, pero no para comprender al hombre en sus males, sino adentrarme en él para practicar, sentir, realizar sus males y sus bienaventuranzas. Ser malo, cruel, sufrir el dolor; llevaré en mí, así, al santo y al pecador para que, desde allí, eleve al hombre a su perfección".

Vemos así que sólo el hombre, cuando desde su radio de posibilidad plena, como tal, empieza a ser íntimamente lo que Dios dispuso que fuera, podrá encontrar su verdadera perfección integral. Es ésta la futura mística de perfección del hombre; mística que ni aún la era atómica tendrá, pero nosotros, Hijos de la Divina Madre, si bien no podremos practicarla, pues está fuera de las posibilidades actuales de la raza, podremos vislumbrarla y acercarla a nuestras almas tan necesitadas de esta mística real y verdadera.

El hombre como hombre, viviendo la vocación de practicar sobre la Tierra la misión trascendental que Dios le ha fijado como tal, obtendrá la realización integral de sus perfección, y será la mística de su alma una morada segura junto al Dios perenne para ella.

¿Y cuál será el instrumento de esta futura mística? La Divina Madre siempre está rodeada de las dos modalidades que nos enceguecen: el amor y el conocimiento. Vemos que algunos han llegado a su grado de perfección por uno u otro sendero. El ejemplo de San Francisco de Asís nos da el amor evangélico, el amor que no necesita del estudio, y sin embargo, a los diez años de fundada la Orden, se levanta en Bologna la casa franciscana de estudios. Ni aún ante la negación de Francisco de reconocerla, vemos que logra el triunfo de su mística amorosa y personal. Posteriormente es San Buenaventura, el Seráfico, el que siendo franciscano tendría la cátedra en La Sorbona, continuada por Guillermo de Albes. Ni aún la negación franciscana que les dirigió Juan de Parma valió para hacer cambiar esta modalidad que, como vemos, se aparta tan fundamentalmente de la orientación mística de su fundador.

Por el contrario, es San Antonio de Padua, el otro extremo de San Francisco, el que solamente a través del libro asciende en la morada de su alma; sólo conociendo, ama.

No será sólo en Occidente donde vemos esta contradicción de senderos místicos unilaterales, que no son posteriormente respetados. En Oriente, Ramakrishna, el ser devoto que en éxtasis sucesivos adoraba a la Madre, que sintonizó con la paz de todas las religiones, tuvo en el amor su mística peregrinación hacia la perfección, y es en su magnífico discípulo Vivekananda, el que necesitaba, y lo busca en Occidente, el método de acción que traslada a la India para su obra de "Ramakrishna Mision". No bastará su frase: "La sabiduría de Oriente con la acción de Occidente" para confirmar el testimonio del abandono de la mística de amor de Ramakrisna. La obra que realizó necesitaba, es verdad, esta posibilidad de amar los dos conceptos, pero al fin son quiebra del principio que bebió de su Maestro.

Es que no puede concebirse una línea unilateral de estos dos conceptos. El hombre real y verdadero tiene que realizarse dentro de su marco, dentro de la belleza circundante de su radio como hombre cumpliendo el destino fijado para la Humanidad de armonía del espíritu con la materia.

Dios para este fin se vale del amor y del conocimiento. El hombre, por lo tanto, ama comprendiendo, y comprendiendo, ama. Funde en su actividad, simple o complicada, activa o pasiva, de heroísmo o de aislamiento, de obra material o espiritual, las dos concepciones, porque en condición de alma tiene a ambos elementos como adictos y su empleo sólo es modalidad que favorecerá su perfección integral, sin por ello asignarle el factor decisivo para la realización de uno con negación del otro.

Este hombre del futuro, sólo apenas vislumbrado por esta enseñanza, podrá alcanzar su perfección integral, sin abandonar su condición de hombre, sin huir de sí mismo, invirtiendo los valores que le son propios, tal como Freud, Jung y otros empiezan a destacar en sus actuales estudios psicoanalíticos. Alcanzará así su libertad y su felicidad, pues la constante armonía y presencia de estos dos elementos son el firme pedestal donde se asentará la perfección integral.

El hombre, para desenvolver la materialización de su obra, tal como Einstein que, cuando se concentra en sus teorías matemáticas, olvida de vestirse, alimentarse y hasta de sus necesidades fisiológicas, o como los físicos en sus laboratorios, en donde concentrados olvidan al mundo, necesitará el apoyo de las dos modalidades, amor y conocimiento, pero no las utilizará sino para adentrarse más en su condición de hombre, para valorizar lo que es, y no para huir de él, para conquistar valores que, sin bien pueden ser perfecciones, son transitorios y no integrales. El campo concentrativo mental del matemático, el laboratorio del físico, el pueblo para el conductor político, la tierra de aventuras para el que desea la heroicidad, serán entonces los marcos donde, plenamente identificados, el hombre y su obra, darán el beneficio de una mística de perfección integral.

Bastará que el hombre se realice en el campo físico, mental o espiritual para encontrarse plenamente identificada su alma con Dios. Pero no el campo físico de que dispone el hombre actual, parte insignificante de la total revelación divina, sino la expansión de toda la revelación que puede y debe serle cedida al hombre en su realización mística perfecta e íntegra en este plano.

En el campo mental no será viviendo siempre todo lo expansionable a través de cuatro o cinco surcos cerebrales que mantiene en su actividad presente, sino surcando la totalidad de sus líneas mentales para que el hombre conozca sus posibilidades como tal, pero en la amplia y nunca sujeta ideación, siempre novedosa y nunca aprisionada por el estado mental del pasado que condiciona la verdad real.

Así serán los místicos del futuro, y allí la perfección integral de los hombres que, como tales, vislumbrarán desde sus almas, la plena identificación con Dios, a través de la libertad y la felicidad.

Santiago Bovisio. 1951

En estas páginas están expresados los conceptos del Maestro Santiago sobre la mística del futuro, superando la especialización unilateral de la tradición cristiana y oriental que ha llegado hasta nuestros días: El hombre ha de alcanzar su perfección integral a partir del radio mental y material que Dios le ha fijado al nacer, sin huir se sí mismo, sino perfeccionando su circunstancia contingente con esfuerzo y perseverancia para divinizarla por la práctica de la mística integral, en libertad y felicidad.

Setiembre de 2004.
José

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