Nº 154 - Los Viejos

Tenemos una Humanidad sobredimensionada, un hormiguero de más de seis mil millones de personas que en cualquier momento se desintegra y desaparece en las bajas dimensiones del mundo astral, sin nombres ni diferenciaciones, como ya lo han presentado videos y películas premonitorias de los últimos tiempos con expectación de los usuarios viejos, adultos y niños, ricos y pobres, políticos y contribuyentes, locos y normales. Es nuestra Humanidad en la etapa final,  como un enfermo agonizante.

¿Cuánto tiempo durará esta forma de vivir? Nadie lo sabe; sobre este asunto sólo se puede especular. Las Razas no terminan de golpe, sino se entremezclan con las nacientes por largos períodos hasta que el legado de una sea recibido por la nueva según el plan de los Santos Maestros. Dicen las Enseñanzas que cada Subraza se extiende por unos veinte mil años. No obstante, la nueva Acuario ha comenzado con hombres que practican la Renuncia. El líder Maitreya está recorriendo el mundo exaltando almas y lugares.

La tercera parte de la Humanidad son viejos de 60 años que se jubilan en los diferentes sistemas que tienen las naciones, o nada si no aportaron a un fondo común y continúan con sus ahorros, dependiendo de la asistencia pública en algunos casos, de la caridad familiar en otros o finalmente en la incertidumbre de la sociedad moderna. Nadie ha explicado el significado existencial de la vejez en las sociedades materialistas. Se prolonga la vida hasta más allá de los ochenta años en países adelantados en seguridad social, pero no hay explicaciones aceptables del significado y la utilidad de esa clase que priva, con su pasividad, posibilidades de vida a los jóvenes. Los viejos no dan, no ceden sus lugares adquiridos durante muchos años de trabajo, experiencia y ahorro a la clase que le sigue. Hay una brecha generacional que no está resuelta en las leyes, las instituciones y las voluntades personales. Ya hemos citado una Enseñanza sobre los Celtas que lograron la más adelantada civilización señalando que los viejos, al llegar a cierta edad de madurez, se dejaban morir voluntariamente para ceder oportunidades y espacios a las generaciones menores. Hasta hace poco, algunas tribus africanas con tradiciones antiguas practicaban la misma renuncia.

¿Entienden los viejos para qué viven? No. Es una forma de perdurar, de seguir respirando hasta que llegue el momento indeseado del ¡basta, hasta aquí llegas! Y pasan al otro lado donde no saben quienes son ni qué podrán hacer. No hay literatura del más allá salvo algunos textos medievales que están escondidos en las bibliotecas , y los sacerdotes, que tampoco saben, no explican nada ni enseñan a morir. La Iglesia Cristiana tiene como cimiento la pasión y muerte del Fundador Jesús, se desvió hacia otras ramificaciones, la caridad, la pobreza, la propiedad privada, el poder político y no quiere considerar la muerte porque rechaza la reencarnación, la justicia, los mundos plurales, el politeísmo. La Iglesia tiene muchos clarividentes calificados, incluso en el Vaticano, a los que consulta continuamente, pero están silenciados como secreto de estado. Juan Pablo II estaba bien informado y a veces se le escapaban algunas cosas. El día que admitan públicamente la reencarnación de las almas su poder de absolución y castigo se derrumbará definitivamente. También su riqueza financiera.

Los viejos debieran cultivar el trato con otros viejos que tienen más experiencia, con organizaciones que practican las relaciones entre diversas dimensiones, como los Espiritistas, acercarse a la literatura budista que es un ejemplo de caridad y buena voluntad, sectas y grupos de meditación que enseñan no tener miedo a la muerte y los libros sagrados que hablan del más allá, como la Biblia, el Corán, Confucio y algunos modernos como el Canon de las Enseñanzas de Santiago Bovisio.

La vida de los viejos es triste porque les quedan pocas expectativas y no saben como vivir sin actividades externas. Por eso muchos se ocupan de asistir a espectáculos, adherirse a grupos sociales donde se juega a los naipes y otras actividades de salón, turismo todas las veces que puedan, reuniones de café por las tardes en la peatonal Sarmiento de Mendoza, visitas familiares y mucha televisión. Como nunca han cultivado la vida interior no saben cómo hacer para conocerse a sí mismos y cuando lo intentan se encuentran en un desierto yermo y solitario, sin vida, aburrido, rápidamente lo abandonan, se vuelven al ruido del mundo. Se consideran fracasados, descreídos y viven cada día sin esperanza y sin futuro. ¡Pobres! Algo queda, esa misma ignorancia que es dolorosa y que con buena voluntad y amor, pueda transmitir a otros, especialmente los jóvenes, una enseñanza. Para aprender a vivir hay que empezar pronto, cuanto más joven mejor, si es posible cuando son niños pequeños. En los primeros años las almas son pura recepción y si reciben una idea, una buena palabra de quien está sintiendo cuando la dice, esa palabra quedará siempre y guiará al joven, aunque no se dé cuenta, en los momentos difíciles.

Pero la vida es sabia en todas sus partes, coherentes o contradictorias, en el hombre y en la evolución de las Razas. A veces no comprendemos algunos estados existenciales que nos parecen un desperdicio y esa inutilidad es su función principal en el tema de los ancianos. No comprendemos porque estamos sumergidos en los últimos momentos de una civilización vertiginosa, materialista, desequilibrada. La misión de aquellos que no producen sino piensan y recuerdan, es justamente moderar los excesos en todos los estamentos de la sociedad, desde la colosal producción de bienes en China hasta las guerras injustificadas que emprenden las naciones occidentales, la pornografía que cubre todas las expresiones culturales, o la penosa realidad de los enfermos y desposeídos del mundo.

Individualmente, los viejos, yo con las Reflexiones en la montaña, Néstor abuelo, con el Mensaje en Internet y su familia en Buenos Aires, Julio y la Comunidad de Ordenadas de Brasil Vía Lucis y muchos amigos que han sobrepasado los 65 años, jubilados sin depender de ninguna empresa, vivimos de manera distinta que el común de la gente, hombres y mujeres jóvenes y maduros sujetos a horarios, disciplina de trabajo, poco o ningún tiempo libre para los asuntos personales, ¡cuántas oportunidades se nos presentan para emprender acciones útiles para la sociedad y gratificantes para nosotros! Descubrir los secretos de la vejez, secretos de la vida interior que estaban guardados esperando el tiempo propicio de su manifestación, es la gran oportunidad de los hombres inteligentes que no quieren entregarse a la pasión de las masas, sino ser ellos mismos y, practicando la renuncia, aprendiendo a vivir y morir cuando estas contradicciones ya no tienen significado.

¡Cuántas oportunidades tienen los viejos en la República Argentina para encontrar y desarrollar un destino venturoso! Ahí lo tenemos a Menem, presidente durante 10 años, frente a necesidades sociales y económicas de la sociedad a la vista, con frivolidades en la cancha de futbol, robando millones del dinero de los pobres, ahora preocupado en la cirugía estética todos los años, diciendo estupideces y cuidando su impunidad. Lo mismo ocurre con veteranas de la televisión, muy populares, que podrían llevar una palabra de bien, propia o de un invitado, para los que sufren sin consuelo, también ocupadas en mantener una imagen de juventud que fue hace tiempo. ¿No es hermosa la vejez de la Madre Teresa, con sus arrugas y achaques, al frente de su congregación haciendo el bien también en la Carbonilla Argentina?

Los hombres no dejan pasar el tiempo inútilmente. Al recibir la primera cuota de la jubilación es el momento propicio para cambiar de estilo de vida por uno mejor, de superior calidad. Léase la Enseñanza “Los Doce Rayos del Amor” para comprender que, si bien cumplió sus deberes honestamente, ahora puede vivirlos en un nivel superior.

La vida se compone de tres etapas: 1. Juventud, desde que nace hasta los 30 años; 2. Madurez, desde los treinta a los 60 años; 3. Vejez, desde los 60 a los 90 años. Primavera, Verano y Otoño. El Invierno es la escarcha del frío, el silencio, la nieve blanca, el reposo, la recesión hasta otra vuelta de un largo tiempo indeterminado hasta que, completado el precio de las deudas kármicas y el silencio de las experiencias vividas, alumbra a una nueva vida.

En la juventud el niño aprende a sostenerse por sí mismo, crece, entra en la pubertad y aprende oficios y carreras, forma una familia y construye una manera de vivir desarrollando su personalidad. En la madurez, el hombre produce hijos, bienes materiales, riquezas muchas o pocas, integra la sociedad con todos, ejerce sus derechos plenamente. En la vejez se da a sí mismo, cosecha los frutos que le ha dado la vida y, a su manera, es un anciano sabio, reconocido por los jóvenes. Unos pocos viven la Renuncia y no guardan nada para si mismos; lo dan todo, especialmente las Enseñanzas que lleva en el alma hasta quedar vacío de mundo. Está preparado para recibir las primeras nevadas del invierno. Y el descanso.

En breve tiempo emprenderé el viaje de regreso. He pasado muchos años lejos de la patria y el plazo de la encarnación está en sus finales. No deseo volver, aunque esto lo dispondrán los Santos Maestros. La Humanidad está muy triste y ha entrado en un cono de sombras cada día más tenebroso, a pesar de las luminarias de las ciudades, el crecimiento sostenido de la codicia y sus productos industriales, la globalización de las comunicaciones instantáneas y el vacío existencial que todo lo invade. No deseo volver a la Tierra. Los mundos plurales me esperan para que yo pueda viajar de una maravilla a otra, con músicas sublimes y paisajes esplendorosos, el reencuentro con antiguos amigos que me aman, sin posesiones ni familia porque todos son mis hermanos y yo soy como ellos, sin vejez ni años que se acumulen en el alma, porque la Renuncia es el modo cotidiano de vivir y soñar.

Si; dejo este mundo viejo y carcomido que nada puede ofrecer, sólo dolores y desencantos por mucho tiempo, siglos, hasta que los anuncios de la nueva Raza empiecen a cumplirse: “Ideas y obras nuevas se preparan para el mundo”.

José González Muñoz
Mayo de 2011

 

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