N° 103 - Reversibilidad

Amanece. Estoy en la Aldea de los Niños y la luz penetra por las cortinas de las ventanas. El sol se levanta poderoso en un día despejado del otoño y avanza hacia el centro de la bóveda celeste, sin una nube. Cruza el equinoccio y se aproxima al Cordón del Plata. En una hermosa tarde sin vientos, cálida y pensativa, se esconde tras las montañas rápidamente y el día empieza a transformarse en noche. Noche estrellada que en estas alturas relumbran como faroles encendidos: La Cruz del Sur, las Pleyades, las Tres Marias y muchas más que no les conozco el nombre. Permanezco largo rato tendido en la gramilla, mirando, sin pensamientos. Luego me voy a dormir y horas más tarde, el sol vuelve a clarear las cortinas. La noche repite convertirse en día, perpetuamente. Es la Reversibilidad armoniosa de la Naturaleza.

El otoño avanza y las hojas del roble americano se han puesto amarillas, rojas. Los álamos dejan caer las suyas continuamente tapizando el jardín. No las levanto porque son hermosas; ya se encargará el viento de esa tarea. Y al llegar junio los árboles quedan desnudos con un fondo verde oscuro de cipreses. Primeras nevadas y todo es blanco, gris. El zonda a veces se precipita desde las montañas, bramando, estremeciendo árboles y consturcciones, derribando postes de electricidad. En la chimenea siempre encendida arde una hermosa fogata de troncos, con llamas que me acompañan cálidamente. El invierno es largo, pero en septiembre asoman los primeros brotes de las rosas. Luego vendrán las flores y los frutos en los árboles del parque. El sol, cada día más temprano, renueva el paisaje, las palomas se acercan en bandadas, los teros alborotan el campo, las liebres duermen en los barrancos y las margaritas florecen en las acequias. Nuevamente la Naturaleza se ha revertido con alegria y esplendor. Yo tambien.

La vida no se repite, cambia, ondula como una corriente de agua, como las mariposas y el planeo de las águilas moras. Permuta en cada ciclo sus movimientos por los contrarios: el día y la noche, el invierno y el verano, el nacimiento y la muerte; es la ética del bien y del mal, compañeros, juntos, amigos; es la Reversibilidad continua y renovadora de la vida.

Un hombre trabaja en su oficina todo el día; confortable, airea acondicionado, iluminacion perfecta sin sombras, no se mueve de su computadora. Al anochecer, terminada la tarea, regresa a casa. Afuera no hay noche; las calles y vidrieras están intensamente iluminadas. La noche no se ve. Toma el subterráneo, caliente y ruidoso, hasta su barrio, tan brillante como el centro. Lo espera la familia en un departamento confortable, bien iluminado en todas las habitaciones y la televisión. Se acuesta a dormir tarde, pero no ha visto la noche, ni las estrellas. La metrópolis es un gran resplandor. Millones de personas viven así, en Buenos Aires, Hong Kong, Tokio, París, Nueva York y todas las ciudades del mundo. No hay Reversibilidad. Hay crisis.

El estafador Bernardo Madoff siguió la línea recta hasta el estallido. Empezó a juntar dólares como el resto de los banqueros y financistas. Con el dinero vinieron penthouses, clubes de lujo, limousinas blindadas, tres yates, uno en Nueva York, otro en el Caribe y el tercero en el Mediterráneo, etc. Pensaba que nunca terminaría su juego, hasta que en 2009 estalló su burbuja. Ahora su mundo es una celda, aunque sea confortable. Pero no se da cuenta. Nunca pensó en algo más allá de su propio yo y el dinero. Decía: “Cuando me conviene vender, vendo. Cuando me conviene comprar, compro”. Ahora está consigo mismo, con una larga línea recta frente a sus ojos. Le sentenciaron y está cumpliendo 150 años de cárcel.

Las naciones, las religiones, las empresas defienden principios de crecimiento sostenido. Lo único que puede crecer indefinidamente es el dinero, o el simulacro de la riqueza, como ocurre con las estadísticas norteamericanas, que normalmente y se ha comprobado en la catástrofe económica actual, se dibujan. El dinero se ha convertido en una abstraccion, un crédito, una fe, como los cultos religiosos, en los individuos y en las instituciones; cuando la fe se diluye estalla el “crak”. En Estados Unidos hay 14 millones de casas muy buenas, desocupadas, arruiándose, con las persianas sueltas que golpean con el viento, el dengue creciendo en las piscinas sucias; hay tambien 14 millones de familias sin hogar. La Reversibilidad es una ley armoniosa cuando se la practica naturalmente, con la ética del bien y del mal. Si no se cumple, estalla la crisis.

¿Quién no ha experimentado concientemente la Reversibilidad en cualquier momento de la vida y ha trastocado sus ideas para bien o para mal, según la capacidad del individuo y sus intenciones? Hasta el mismo Sidharta, que vivió su juventud en un palacio de oro y una felicidad sin límites, experimentó la crisis cuando salió al mundo y, por Renunciación, se convirtió en el Gran Buda, un Salvador de la Humanidad. ¿Y Jesús no experimentó la más grande Reversibilidad de todos los tiempos muriendo asesinado en la cruz de los esclavos, y desde esa cruz redime a los hombres desde hace 2000 años? Miles de almas, hombres y mujeres de todas las latitudes han cambiado su historia personal en claustros y monasterios, revirtiendo la tendencia para bien de los más pobres y necesitados.

La Reversibilidad en la Naturaleza es visible, armoniosa, espontánea y se renueva continuamente, presentando opciones creativas que enriquecen la vida. La biología del hombre tambien, desde que nace hasta que muere. Pero muchos no están conformes, quieren permanecer aferrados a lo que poseen, individualmente y en sociedad. El monoteísmo es una línea recta, monótona: Las Tablas de Moises, paraísos e infiernos eternos, seguros de vida, seguir vivo aunque sea entubado en un hospital, un simulacro de eternidad. Los sufrimientos de la vida moderna provienen de la ruptura del hombre con su naturaleza, de la mente embrujada por ilusiones, promesas seductoras de las ofertas religiosas y la lucha del alma que forcejea para liberarse. Más allá de la jaula corporal, los hombres viven envueltos en capas tras capas de ficciones que susurran en voz baja: “Permanece. Lo que tienes es bueno. Auméntalo. La felicidad es tuya, no la pierdas. La caridad empieza por casa y continúa. Siempre”.

La Renuncia es la clave de la Reversibilidad. El que no renuncia no cambia; permanece apegado a lo que tiene, sus bienes o sus ilusiones. Lo único que lo puede liberar es la Renuncia. El Mesías de los tiempos que pasaron, la intermediación de la Virgen, la redención de Cristo, la fe inquebrantable en el Profeta, el psicionalisis, el control mental, el dinero abundante, etc. no liberan. Estamos en la Era Americana del Maitreya y cada uno deberá construir la felicidad por sus propios medios. Está en la Idea Madre de la Raza Aria transcripta en estas páginas, y en las Enseñanzas del Maestro Santiago ampliamente desarrolladas desde diversos puntos de vista, al alcance de todos, cualquiera sea su condición y grado de evolución. Hasta los niños debieran estudiarlas en las escuelas para no perder tiempo en olvidar las fantasías que allí les inyectaron. La mejor escuela del mundo estaba en el Templo de la Iniciación, del Antiguo Egipto: ingresaba el postulante a los doce años y estaba un tiempo dirigido por sacerdotes muy experimentados que con diversas drogas, hipnotismo y disciplinas lo transmutaban. Era un lavado de cerebro completo y cuando terminaba esa etapa no se acordaba de su nombre, ni de su familia; estaba en cero, listo para aprender a vivir.

¿Cómo puede una persona moderna sacarse de encima las costras que se han adherido a su casco, como un barco que navega por los trópicos, con tanta escoria de televisión, programas educativos, religiones y politicas, la calle con sus vidrieras de ofertas, las vacaciones nudistas de las playas, las drogas, la violencia y las guerras, todo mezclado, los detritus del karma que penetran día y noche en la mente? Hay una sola respuesta y un solo camino posible que ha perdurado a través de la Raza Aria: la Renuncia.

El guante hay que darlo vuelta y lo que estaba adentro tiene que salir afuera; como la imagen del espejo, la mano izquierda tiene que ser derecha y viceversa. Lo que era mío, libros, musicales, videos, posesiones, lo que he aprendido durante tantos años en la Universidad y en la Sagrada Orden C.A.F.H., las ideas que vienen espontáneamente, mi tiempo, mi futuro, debo darlo, revertirlo. Hay muchas cosas en mí acumuladas durante 82 años y queda poco tiempo. Ese lapsus que me han concedido debo emplearlo en el ejercicio de la Renuncia, sacando las entrañas que ni siquiera conozco completamente hacia fuera, para beneficio de los otros. No necesito ningún cuchillo bien afilado para cortar lo que sea necesario; se desprende solo, como esta página que vino de improviso. Si quiero alcanzar la libertad debo sacar todo, todo y quemarlo en el fuego del Eterno Amor; mística de holocausto; y que las cenizas caigan a la tierra, como aconsejaba San Pablo de la Cruz.

Los viejos acumulamos recuerdos, el afecto de los nietos, la jubilación, las cosas que alcanzamos a tener, ropa usada, costumbres buenas y malas, etc., por ignorancia. A medida que avanzan los años y se pierde vitalidad, porque la muerte se acerca, se la reemplaza con objetos estáticos, alineados rectamente unos al lado de otros. ¡Peor! El traspaso de dimensiones será más duro. La Reversibilidad, un fracaso. Y en vez de empezar una nueva vida en dimensiones felices, en la próxima encarnacion se permanecerá atado al pasado muerto. Tendrá que esperar 700 años, según las Enseñanzas, para intentar otra experiencia, que se inicia justamente en el punto crucial y dificil abandonado en esta vida.

La Reversibilidad es una ley de la vida y cuanto antes se la practique, de niño, de joven, es más fácil. A los ancianos les queda un acto heróico voluntario: darlo todo alegremente, darse él mismo con buena voluntad. La necesidad está en todas partes, en la calle, en los hospitales, con los parientes, con uno mismo aguantando buenamente la mala salud y el peso de los años. No se trata de una especulacion con el futuro, sino un don de la vida, inmediato, liberador, integral. Aquél que da, se revierte y empieza a trabajar para los otros, es feliz. El Padre Pío no podía hacer ninguna cosa porque tenía los estigmas de Cristo que sangraban dolorosamente. Oraba. Y con la oración construyó un hermoso hospital para curacion de los pobres en Italia.

José González Muñoz
Abril de 2010

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