ÍNDICE

Enseñanza 1: La Voz de los Maestros
Enseñanza 2: Las Almas Predestinadas
Enseñanza 3: El Reglamento
Enseñanza 4: Radio de Estabilidad
Enseñanza 5: La Enseñanza
Enseñanza 6: Las Categorías
Enseñanza 7: La Idea Madre
Enseñanza 8: Cafh frente a las Religiones
Enseñanza 9: Los Dones de Cafh
Enseñanza 10: Economía Providencial
Enseñanza 11: El Cuerpo de Fuego
Enseñanza 12: Las Estrellas Celestes
Enseñanza 13: El Fuerte Libertador
Enseñanza 14: La Integridad de la Gran Obra
Enseñanza 15: El Poder de la Gran Corriente
Enseñanza 16: Unión Substancial con la Divina Madre


Enseñanza 1: La Voz de los Maestros

Los seres humanos no encuentran sobre la tierra la paz y la felicidad anheladas. Sólo el apartamiento de los bienes transitorios y el logro del amor divino pueden dar paz y felicidad al ser.
Los Hijos llegarán a la unión con Dios por medio de Cafh.
Cafh, simbolizada por la Mujer Fuerte que sujeta y cierra las fauces del león, es el medio que tienen los Hijos para alcanzar el dominio de sí mismos y lograr los medios para la Unión Divina.
Cafh como medio de realización es el esfuerzo, el entrenamiento psíquico, mental y espiritual del alma hacia la Divinidad y es al mismo tiempo una gracia infusa de la Divinidad en el alma.
Todo esfuerzo del Hijo es inútil si no le asiste la ayuda divina y ésta, a su vez, necesita del esfuerzo del Hijo para fructificar en el alma y hacerse efectiva.
La ayuda divina le viene al Hijo directamente de Dios, como resultado preestablecido desde la eternidad dentro del Plan Divino de la evolución.
La Unión Divina no puede ser realizada sin el esfuerzo del Hijo y la ayuda Divina, porque la Idea Madre de la Raza Aria está basada sobre la armonía de los valores humanos y divinos. La conquista de Dios se logra por el esfuerzo racional y el alumbramiento divino en el alma por el vencimiento de la misma razón.
El nombre de Dios es expresión del principio fundamental del Universo, del Espíritu Eterno que aletea detrás de toda la manifestación. Dios, Gobernador del Universo, enumera por sí mismo las distintas expresiones de su poder y voluntad dentro del Plan de la Evolución Universal.
Los Hijos algunas veces acostumbran adorar y reverenciar a Dios en su aspecto de Creador del Universo en la imagen femenina de la Divina Madre.
La imagen de la Divina Madre es en Cafh el principal punto de atención y veneración como imagen viva de la obra, del poder, del amor y de la omnipotencia de Dios.
La ayuda divina tiene en el Hijo manifestaciones distintas y variadas. Va desde la disposición natural del ser hasta la intervención de seres divinos y humanos que, directa o indirectamente asisten providencialmente, en el momento oportuno y en la forma más inesperada, a los Hijos a ellos confiados.
Los seres divinos que participan en el cumplimiento del Plan Cósmico y que intervienen en el progreso y en la asistencia a la Humanidad son de un número incalculable y de distintas jerarquías. Todos intervienen aún indirectamente en la evolución de la Humanidad, porque el Cosmos no es más que el resultado de la Idea Única de Dios.
Hay tres categorías que intervienen directamente en los destinos de la humanidad. Estos son seres divinos, semidivinos y superiores a los cuales se les llama Grandes Iniciados.
La primera categoría es de los Grandes Iniciados Solares.
La segunda categoría es de los Grandes Iniciados Lunares.
La tercera categoría es de los Grandes Iniciados del Fuego.
Los Grandes Iniciados Solares intervienen en los destinos cruciales que cambian y transforman las diversas etapas de la Raza. Ellos son los portadores de la Idea Madre que presentan a la Humanidad, divina y escuetamente, desde la cuna de una raza hasta su fin e impregnan a ésta con el poder de este pensamiento único como si fuera el camino trazado de su propio destino.
El planeta y los hombres están impregnados de la gracia y de la protección de la Divina Encarnación del Gran Iniciado Solar. Este, al cual llamamos el Cristo, ha intervenido directamente en la redención y posibilidad de adelanto de la Humanidad actual.
Como una nueva raza está por empezar la Divina Encarnación volverá nuevamente sobre la tierra para renovar y fortalecer la obra del Cristo. Los discípulos orientales llaman a este Gran Iniciado Solar: Maitreya. Cristo anunció claramente en los Evangelios su regreso triunfal a este mundo.
Los Grandes Iniciados Lunares dirigen los movimientos parciales y varios de distintos sectores de la Humanidad. Ellos son como un puente tendido entre el cielo y la tierra, entre la Humanidad y la Divinidad, ya que son los guías de las grandes religiones, filosofías, razas, estados y organizaciones.
Ellos son la Idea Madre hecha carne y el pensamiento-destino de los Grandes Iniciados Solares hecho forma. En la hora propicia, desde los mundos superiores lanzan su idea en el corazón de los hombres predestinados, o se encarnan ellos mismos dentro de un campo magnético determinado de la Humanidad, impulsando irresistiblemente a ésta hacia el renovado credo, el nuevo axioma, la tierra prometida, la ley libertadora, haciendo surgir así las nuevas creencias, los nuevos ideales, las nuevas naciones que renuevan las concepciones del amor y de la vida.
Todos los hombres de un determinado sector nacional, moral o religioso participan de la influencia del Gran Iniciado Lunar correspondiente al desenvolvimiento de la Obra característica de su tiempo, y de las respectivas necesidades.
Los Grandes Iniciados del Fuego intervienen en la asistencia individual de los seres, ayudando a su adelanto interior y haciéndolos aptos al cumplimiento de la Obra que han de exteriorizar y cumplir en el mundo.
Ellos, que aparentemente se mantienen desconocidos y ocultos, sin embargo son los que más cerca están de los hombres. Guían provechosamente a las almas hacia su desenvolvimiento interno, hacia al conocimiento de su vocación personal y hacia el esfuerzo para el cumplimiento de su destino. La labor de ellos es más individual que colectiva, pues guían a las almas individualmente; llaman de entre la multitud a los más aptos, escogen a los mejores y entre éstos seleccionan a los perfectos, orientándolos hacia su fin determinado.
Los Hijos de Cafh están especial y directamente auxiliados por las tres categorías de Grandes Iniciados, a los cuales llaman con el nombre venerado de Maestros.
Los Maestros ayudan y asisten continuamente a Cafh y a los Hijos para que puedan realizar en el mundo su misión mística, que es de realización de amor divino en sí y, por reflejo de similitud, en todos los hombres capacitados para ello.
La voz de los Maestros llega continuamente al corazón y a la mente de los Hijos para guiarlos en el Sendero.
La mayoría de los Maestros que asisten a Cafh más directamente pertenecen a los Grandes Iniciados del Fuego, intervienen en todos los acontecimientos de la vida del Hijo y a veces de un modo visible y directo.
Por consiguiente, toda la Obra y las posibilidades de Cafh se apoyan firmemente sobre la ayuda divina de los Maestros, sin la cual todos los esfuerzos y trabajos del Hijo serían vanos.
Por eso Cafh es una Obra exclusivamente divina, constituida por Poderes Divinos, con la única finalidad de llevar a los Hijos a un Estado Divino.
Los Maestros de Cafh son expresión misma de Dios; son los intermediarios entre los Hijos y la Divinidad, el punto Primario de la Creación que los Hijos adoran en la imagen de la Divina Madre.

Enseñanza 2: Las Almas Predestinadas

La vocación de Cafh es de orden sobrenatural. Por eso las almas llamadas a reunirse para cumplirla son predestinadas.
Desde luego, todos los seres humanos, por su participación potencial a la divinidad, son llamados a la vida espiritual, quiere decir, a procurarse el mayor grado de perfección posible. Se distingue aquí por vocación espiritual aquélla dada a las almas elegidas por su idiosincrasia especial y por su disposición inherente y actualizada al logro de la perfección.
Hay en el mundo unas corrientes de encauzamiento hacia la vida espiritual y los seres llamados a esa realización pueden o no ser predestinados para la misma.
Las almas llamadas para el cumplimiento de obras divinas vienen predestinadas para el cumplimento de las mismas por la Ley de Predestinación Consecutiva. En cambio las obras humanas pueden ser cumplidas o sólo en parte, pues sólo son tentativas del hombre para acercarse a Dios y responden a la Ley Arbitral de Posibilidades.
Las obras divinas se distinguen de las humanas porque son integrales, no absorben una o algunas partes del ser, sino a todo el ser en su totalidad, y las almas que participan de ellas son predestinadas. Además, las obras divinas están visible y proféticamente dirigidas por los Maestros.
Las almas de Cafh son entonces predestinadas, aún aquellas que fracasan en su intento; las que triunfan proclaman con su ejemplo la grandeza de Cafh y las que fracasan expían con su dolor los aspectos materiales de Cafh.
No se pueden determinar quienes son las almas llamadas a tan altos destinos ya que es un secreto de la Ley de Predestinación. Por eso, humanamente hablando, todos los hombres son posibles aspirantes a la vida espiritual de Cafh. Sin embargo, los predestinados para la realización de este ideal sobrenatural sobre la tierra ya están contados y sólo ellos pasarán la última puerta.
Algunas veces los Maestros dan los nombres de los elegidos y los muestran en visión a los Hijos encargados de buscarlos; pero la mayoría de las veces los Hijos han de buscarlos en la noche de lo desconocido para encontrarlos.
Desde luego hay factores generales que dan la impresión que determinados hombres son posibles aspirantes para Cafh: buena disposición, tendencia natural, inclinación al bien, correspondencia amistosa.
Pero, aún así, los Hijos han de dar a esta búsqueda de almas un toque sobrenatural mediante la oración fervorosa y el cumplimiento de las pruebas establecidas.
La vocación espiritual de Cafh es divina y como tal integral, así que es de difícil comprensión para los aspirantes.
No han de considerar los Hijos como una falta de vocación que algunos aspirantes encuentren muchas dificultades en la realización de su intento.
Muchos hombres con una marcada y manifiesta vocación espiritual chocan enseguida al contacto de la vibración del Poder de la Gran Corriente. La fuerza de Cafh, concentrada hacia un punto interior único, preciso, egocéntrico y definitivo, es un movimiento completamente distinto de la periférica habitual de los hombres. A los ojos de los aspirantes su inmensa potencialidad se les presenta como inercia, y su campo magnético, totalmente polarizado hacia lo sobrenatural, les parece desvinculado de toda posibilidad racional. Aún es posible que el aspirante no acepte el valor y la finalidad de Cafh y que todo le parezca confuso y no determinado. Los hombres están ancestralmente acostumbrados a un fin ilusorio de sus esfuerzos: a la vida, para perpetuarse en la especie, a la comprensión, para el logro de una especialización, a la religión, para la seguridad de un paraíso.
Todo esto no es signo de falta de vocación en el aspirante, sino estados adversos que es necesario hacer superar. Siempre la vocación espiritual trae consigo amargos dolores al romper la corriente habitual y quebrar las leyes del mundo. Además, fiera se levanta la persecución contra aquellos que intentan marchar fuera del ritmo de la vida corriente; hasta el cielo prueba, en un principio, las vocaciones son reveses y desconciertos. La pobre alma, al no querer participar más del hombre viejo, se encuentra incapaz de revestirse del hombre nuevo. Muchos caen así, aún antes de empezar, en las manos del desamparo y del desaliento. Sin embargo, los predestinados sabrán pasar la tormenta y la prueba y asentar el pie en el camino elegido.
Muchas almas predestinadas, llevadas providencialmente al sendero de Cafh; sin embargo no realizan los altos destinos para los cuales fueron llamadas y no logran la perfección espiritual que había de ser el objeto de su vida.
Esto parecería un contrasentido, por eso es necesario aclararlo.
La Ley de Predestinación lleva a los elegidos de Cafh, pero ellos, por sí solos, tienen que esforzarse para cumplirla valiéndose de su voluntad y de la Ley Arbitral puesta a su disposición.
Divinamente ellos son llevados al Sendero y humanamente han de recorrerlo. Dios elige a los que han de pertenecer a su pueblo escogido. Por eso Él dice: “Ego te tuli”: “Yo te he tomado”; pero los elegidos han de engrandecer este pueblo por su propio esfuerzo. Dice Cristo: “Qui vult venire post me, abneget seipsum, et tollat crucem suam et sequetur me”: “Aquél que quiere venir conmigo, renuncie a sí mismo, tome su cruz y sígame”.
Los Hijos que fueron predestinados a Cafh tendrán que luchar duramente si quieren realizar en sí las promesas divinas, ya que la predestinación no quita el peso de la carne, ni el Karma, ni las taras propias de la vida.
La disciplina y la continencia hacen más ardua la lucha, pues siempre los hábitos humanos, al ser reprimidos, toman formas mentales. El deseo imaginativo es un incentivo mucho más fuerte que el físico; a veces estas tentaciones se transforman en un verdadero infierno y hacen sucumbir a los Hijos. Afortunadamente, con la ayuda de los Maestros y las fuerzas espirituales de Cafh, para la mayoría de los Hijos esta locura de tentación no es más que un purgatorio purificador.
La voluntad paulatinamente se va fortaleciendo y purifica los hábitos hasta alejar todo deseo de la mente.
La fuerza de tales tentaciones no sería jamás vencida si la finalidad del Hijo no fuera recta y toda enderezada hacia el logro de la vida divina. De allí el fracaso de todos los falsos espirituales que no apetecen más que realizaciones psíquicas y fenoménicas.
Los Hijos no adelantan en el Sendero porque no se esfuerzan, porque desperdician las fuerzas y la ayuda puesta a su alcance para cumplir su destino espiritual.
Cuando los Hijos por su esfuerzo logran la realización espiritual, toda ley humana desaparece y sólo queda en ellos cumplida la Ley Divina.
El predestinado es confirmado en su predestinación y se cumplen en él las promesas divinas. El sacerdote de Cafh ha logrado su consagración; ya no necesita de los símbolos y de los ritos para transmitir a los hombres la Enseñanza, sino él mismo es la Enseñanza revelada y la Imagen Divina.
Él está identificado con la Gran Obra, es dueño de la Gran Corriente y su Unión Substancial con la Divina Madre es permanente.
Él es Director de almas y luz para los Hijos y el tiempo y los cambios de la vida no prevalecen en contra de él.
Verdaderamente, él ata y desata a los hombres; manda a los malos espíritus y llama a las entidades protectoras. Su palabra puede dar alegría o tristeza, y su bendición aleja el mal y trae la paz sobre la tierra y sobre los hombres.

Enseñanza 3: El Reglamento

El hombre está constituido armónica y matemáticamente; por eso le rigen leyes y reglas orgánicas, éticas y cósmicas que son indiscutibles e inalterables.
Su desenvolvimiento y su evolución siguen un plan de desarrollo determinado por métodos naturales y contingentes, que se desenvuelven paulatinamente a cada hora de su existencia.
Las leyes humanas y civiles, emanantes de las necesidades de desenvolvimiento del hombre, son de gran utilidad mientras son expresión de la Ley Universal; si no, son signos de decadencia y esclavitud.
La Ley Universal es Ley Divina y Única y ella siempre orienta al ser hacia su liberación final y hacia su identificación con la Eternidad.
Las leyes humanas son las que hacen apto al hombre, dentro de su tipo y destino, para alcanzar esta divina liberación.
Sin embargo, toda ley humana que se constituya como fin de por sí y que no esté orientada hacia la liberación del hombre, es mala y dañina. Los hombres, por el hábito ancestral de adaptación animal, se apegarán a ella; pero habrán de llevarla sobre sus hombros como un peso de tiranía y de dolor.
Las leyes humanas no son más que montones de arena que los elementales de la ilusión echan a los ojos de los hombres.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, como imagen de la Ley Universal y como un medio humano para cumplir la Ley Divina.
Ésta, para ser cumplida, se manifiesta en diversas formas y maneras, pero manteniendo siempre la unidad fundamental de su origen. El Hijo, por el esfuerzo y el entrenamiento místico, logra la Unión Divina y la Liberación Espiritual por la imagen y medida que le impone el Reglamento de Cafh.
Este Reglamento es el único entre todos apto para el Hijo. Hace que él adopte aquellas observancias y normas que lo inmovilizan, que lo paralizan exteriormente, a fin de que crezcan y se multipliquen las fuerzas y las actividades internas y, al mismo tiempo, ordena y encauza las leyes del mundo que el Hijo debe cumplir para lograr este mismo fin.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, para que logren su liberación por etapas.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, para que logren su liberación por etapas.
La ley humana entonces, que quiere constituirse como fin único y no se adapta armónicamente a la misión específica del Hijo frente a su destino divino y universal, es demoníaca y esclavizadora.
El hombre necio dice: “Quiero ser libre” y arroja de sí todo deber y toda obligación y, dando un salto en el vacío, va a estrellarse en el gran caos del desorden y de la desorientación.
Pero cuando el hombre sabio dice: “Quiero ser libre”, adopta la ley que es más apta para él, sigue el método establecido sin abandonarlo y, paso a paso, va hacia la liberación.
Cuanto más relativa es la ley humana respecto de la divina, tanto más apta es para apresurar al hombre en el camino de la liberación.
El Reglamento de Cafh es un medio de adaptación para los Hijos y los lleva, paulatinamente, sin saltos mortales y vigilando sus progresos, hacia su fin.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado como expresión de sentido común.
Entre los místicos, aún los de vida estrictamente interior, hay dos clases de reglas dadas a las almas: una es de tipo severísimo y otra de tipo muy suave.
Si bien hay almas que necesitan para su desenvolvimiento interior una u otra de estas reglas, la de tipo más severo no dura más allá de la vida de su fundador y la de tipo más suave no dura ni el tiempo que vive su fundador. Una y otra regla traen infinidad de discordias y malos entendidos que al final turban a las almas.
El Reglamento de Cafh procura el método más práctico y moderado y se adapta a los tiempos, a los lugares y a las características de los Hijos.
Él no es ni demasiado blando, ni demasiado severo. Es más sensato y concede una posibilidad de porcentaje notable de observancia y regularidad. Demuestra con esto conocimiento de los seres humanos y sentido común.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, como mandamiento divino y humano.
Es humano porque se adapta a las características ascéticas y morales de los Hijos por su simplicidad, eficiencia y llaneza.
Es humano porque en su expresión exterior quita todo lo extenso, los detalles, lo ampuloso, y facilita con prácticas fundamentales, claras y viables, el cumplimiento de los deberes de Cafh.
Es Divino porque refleja la luz infinita en su continuo esfuerzo para hacer de la vida del Hijo un continuo entrenamiento que le facilita la realización mística.
Es Divino porque eleva continuamente al Hijo desde la observancia escueta y unilateral, a la libertad de la Unión Divina.
Además, el Reglamento es dado a los Hijos por la Ley de Consecuencias como el único método apto para ellos, para que logren los hábitos que les facilitan la ascensión espiritual.
Es Divino y humano porque quita al Hijo toda sobrecarga y sólo le deja la fuerza ideal, la fuerza que hace que desaparezca humanamente como personalidad, para poder revelarse divinamente como fuerza egocéntrica.
La única posibilidad de salvación del mundo está en que el hombre desaparezca como personalidad exterior para lograr una mayor individualidad interior.
Los individuos, como tales han de fracasar para que se exprese en el mundo con un modo uniforme de sentir y de pensar.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, como un molde de vida.
Cada hombre necesita un molde donde vivir. Aún los Maestros sublimes enviados a la Tierra para enseñar a la Humanidad a romper sus lazos y ataduras que la ciegan y esclavizan, tienen que adaptarse a un método, por sencillo y simple que sea: o el hombre estalla o ha de adaptarse.
Lo importante es saber que la regla es un medio y no un fin.
Lo importante es saber cuál es y cómo es el molde que uno lleva encima.
La mayoría de los hombres son puestos en moldes que no les cuadran. El esfuerzo de la reacción produce dolor y sufrimiento.
La lucha para obligar a los hombres a vivir dentro de un molde determinado, hace inventar remedios que son moldes aún peores que los primeros.
Sólo el molde divino sirve para el hombre; y este molde le es dado espontáneamente por la ley de la vida y del destino, imagen de la Ley Divina. Por eso Cristo dice: “Mi yugo es suave y mi carga es ligera”.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado, como un medio de felicidad.
Él es el método que ellos necesitan para su adelanto, la única regla útil para su adaptación.
Él no es un peso para lo Hijos, sino algo inherente a ellos, algo espontáneo que forma parte de ellos mismos.
Su cumplimiento no es una traba para los Hijos ni algo extraño a ellos, sino expresión fiel de lo que desean ser y hacer.
Lo cumplen voluntariamente, es expresión de su actuar, es una carga de amor.
A un hombre que se lo encierra contra su voluntad se le verá con el tiempo transformado en una ruina, mientras que el hombre que voluntariamente se pone en un claustro encuentra en ese apartamiento claridad mental, sublimación y paz.
La Ley es pesada cuando es extraña al ser, pero cuando se une a él y actúa como una expresión espontánea del alma es el yugo ligero de Cristo.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado como medio de adaptación libertadora.
La palabra libertad es como una luz cegadora para el ser humano puesto siempre en cadenas, pero no hay más libertad que la del espíritu y ésta misma se vuelve quimera, la mayoría de las veces, como la estrella que el niño quiere tocar con las manos. Además, no hay ni leyes humanas ni libertades humanas que puedan dar liberación. Aún los métodos más sublimes nada pueden lograr, sino únicamente disponer al alma para su liberación.
Cuando el alma adopta una ley o método determinado, apropiado para ella y lo sigue con toda finalidad y atención, se predispone a su divina liberación espiritual y ésta llega a ella únicamente a través de la comprensión y del gozo interior.
El Reglamento de Cafh es un modelador del alma porque su único fin, su único interés, su único esfuerzo, es poner al alma en disposición de contacto con sus fuerzas internas y divinas.
Él es como el Guardián del Umbral que acompaña al alma hasta la Puerta Sagrada y le indica el Camino de la Cámara Real.
En su interior, el alma se ve a sí misma y recién entonces puede desatarse, por comprensión de las leyes y de las acciones del mundo como ilusorias. Allí ella se pone en contacto con la vibración mental única, expresión de la substancia cósmica y vislumbra la ley del eterno devenir y de sus modificaciones tattvicas, y sabe discernir así entre lo ilusorio y lo real, entre la Ley y las leyes.
El alma se ve allí a sí misma como resultado de esta vibración única. Ve que ésta no es ni la fuerza del cerebro ni la del corazón, ni la de las manos o de los pies, pues todas estas son fuerzas resultantes de las modificaciones, sino que toda ella es fuerza espiritual emanante de la vibración única.
El Reglamento de Cafh es dado a los Hijos que lo han acatado como la síntesis de su Ideal Espiritual.
Cuando el Hijo reconoce en sí la Ley Real del Universo, entonces la libertad empieza a aparecer en él. Él y el Reglamento de Cafh son una sola cosa.
Cuando el Reglamento se ha transformado en el Hijo en una fuerza vibratoria única, determinada por un hábito de santidad único, se transforma de humano en divino. Es la realización del Ideal Espiritual.
La estructura del Reglamento de Cafh, por eso y sobre todo, es ideal.
Las Leyes de Cafh, más que imposiciones, son normas para ayudar a la ascesis de la Renuncia y se basan sobre prácticas más internas que externas. Aún las normas externas son más bien estímulos espirituales que funciones orgánicas.
El Reglamento es el esfuerzo del Hijo para que, por sí solo, logre el desapego exterior y se adhiera fuertemente a las prácticas interiores y espirituales.
El Reglamento de Cafh está tan orientado hacia el logro del Ideal Espiritual y está dispuesto de tal modo, que a través de las autoridades puede siempre el Hijo ser adaptado, o liberarse de aquellas prácticas exteriores que le impiden su realización.

Enseñanza 4: Radio de Estabilidad

Cafh es una Obra destinada a formar una Reunión de almas sobre la Tierra. Como tal necesita de un punto de apoyo magnético terrestre, no en un sentido de posesión, sino por un sentido de arraigo.
Los Maestros de Cafh, al formar en el mundo astral el círculo espiritual desde el cual deviene la Gran Obra sobre la Tierra, se reflejan por consiguiente sobre el punto magnético de irradiación. Ese punto es Om Hes.
Al ampliarse la potencia energética de la Gran Obra, se multiplican también sobre la tierra los puntos magnéticos que le servirán de apoyo.
Todo polo potencial espiritual necesita para manifestarse un polo activo material.
Enseguida que dos o tres almas se reúnen en un lugar determinado, se establece allí un punto magnético de la Gran Obra de Cafh y éste empieza a expandirse a través de las almas que se ponen en contacto con él.
Esta vibración crea alrededor de dicho lugar un campo magnético determinado, llamado Radio de Estabilidad.
Al hablar aquí de un lugar determinado en donde se asienta la Obra, cabe una pregunta: si los bienes de Cafh son totalmente intrínsecos ¿cómo puede asentarse sobre un punto material?
La estabilidad de Cafh en un lugar determinado no es realmente material sino ideal.
El lugar es un punto de apoyo de descarga, un pedernal del cual se hace brotar la chispa.
Se establece allí para escapar de allí; toma los elementos terrestres como modelos para crear la ciudad etérea del futuro.
Om Hes no existe, es un símbolo.
El Om Hes, asiento de Cafh sobre la Tierra, no será más que un punto ideal.
Los Maestros, al descargar la potencia de la Gran Corriente, se apoyan sobre la Tierra para que ella participe con su magnetismo a la Gran Obra.
El arraigo a la Tierra, practicado por los Hijos a través de su permanencia dentro de su Radio de Estabilidad, no es deseo de posesión territorial sino adhesión al espíritu de la misma.
Los Maestros materializan las fuerzas divinas para la realización, pero no totalmente.
El dios mitológico no entrega a su hija divina al sueño de la vida terrestre, sino después de haberla rodeado de un fuego inaccesible, quiere decir, de una fuerza etérea superior a la material.
La expansión y multiplicación de los centros magnéticos terrestres de Cafh asimismo no indica lugares determinados, sino lugares destinados para Cafh.
El Centro magnético es logrado por los Hijos que se reúnen y su descubrimiento es un reflejo de su descubrimiento interior.
El Radio de Estabilidad participa estrictamente de la vida espiritual de los Hijos y refleja su mística, totalmente interior, totalmente de reflejo sobre sí, de misión egocéntrica.
Otros grupos de seres espirituales tienen la misión de la movilidad, se trasladan continuamente de un lugar a otro y se ponen en contacto con los principales centros magnéticos de la Tierra.
Pero no así los Hijos de Cafh, cuya misión es, se repite, estar, fijar, egoser, potencializarse.
El Radio de Estabilidad que el Hijo crea en el lugar de su residencia es verdadero como resultado, pero de sustancia etérea como posesión y por eso, de más consistencia y duración que si fuera material, un verdadero círculo de fuego.
El Hijo enseguida que pone el pie en el sendero se ubica en el lugar que le corresponde, se circunscribe dentro de una corriente determinada de ideas y traza a su alrededor, místicamente, la clausura de su alma. Él se circunscribe, se contrae, se sintetiza para hacerse apto para su liberación.
El Hijo de Cafh está circunscripto a su Radio de Estabilidad.
La estabilidad lo arraiga en su lugar para que allí pueda cumplir su misión providencial y lograr su perfección.
El hombre, al desvincularse cada vez más del lazo magnético que lo une a la Tierra, se desgasta a través de una desmedida movilidad y pierde la posibilidad de una subsistencia integral. No es la posesión material de la Tierra lo que da al hombre lo necesario para vivir ni la seguridad económica del futuro, sino es el arraigo, el amor a la Tierra, el conocimiento de la misma lo que le concede abundantes frutos.
El Hijo, al arraigarse en un lugar voluntariamente, vuelve a poner los centros magnéticos de su cuerpo en contacto con los centros magnéticos de la Tierra que estaban quebrados por la movilidad, vuelve a establecer canales de fuerza magnético-terrestres entre él y su suelo, como acequia bien provista de agua que le proporciona a él y a los que lo rodean lo necesario para vivir abundantemente.
La fuerza magnético-terrestre del Hijo se expande a su alrededor, se propaga a los hombres que lo rodean y a aquellos que se le acercan llevándoles bienestar.
El arraigo le concede al hombre el amor verdadero al lugar en donde ha nacido o que le fue destinado para habitar; le concede la facilidad para solucionar sus problemas económicos por la capacidad productiva del hábito y fortalece y vigoriza su físico a través del contacto continuo con el alma de su suelo.
El arraigo fomenta y consolida la industria, transformándola paulatinamente en especialidad, arte y capacidad incontestable.
El arraigo selecciona y presenta los tipos físicos que han de servir como modelo e imagen de los otros pueblos y de las razas futuras.
El Hijo de Cafh esta circunscripto, además, a la Idea Madre de Cafh y al poder de la Gran Corriente.
Enseguida que el Hijo entra a ser parte del Poder de la Gran Corriente, se limita dentro de la misma.
Todas las ciencias, las artes y las filosofías, como generalidades, le son vedadas, debiendo concretarse a un solo esfuerzo, a una sola aspiración, a una sola idea.
La Idea Madre de Cafh le ha sido confiada y ésta es su único fin.
La Idea Madre de Cafh, dentro del Plan Divino, es lograr la perfección por la Ascesis de la Renuncia y la Mística del Corazón, que es equivalente de estricta vida interior; todo lo que no sea ese fin ha de ser excluido.
El Hijo es buen estudiante, es buen empleado, es buen profesional, es buen ciudadano, pero no como fin sino como medio. Él no quiere ser tampoco algo que le parecería mejor, porque también la otra cosa no sería más que un medio exactamente igual al que ya posee para lograr su fin.
El Hijo se aplica a las ciencias, a las artes, a las filosofías, no porque ese es su fin, sino porque esos pueden ser medios para ilustrar más y acrecentar el brillo de su fin.
Para el Hijo no hay nada superior ni nada que valga la pena fuera de su fin.
Aún cuando todo el saber fuera borrado de su mente no tendría esto ninguna importancia porque quedaría intacto en él el fruto de su fin que es la Sabiduría Eterna en sí.
Los Hijos al penetrar dentro de la Gran Corriente ya no pueden desear hacer esto o aquello, ni se sienten llamados a estudiar esto o aquello, sino únicamente procuran aquello que puede ser útil al cumplimiento de su fin.
Esta circunscripción de fuerzas energéticas y mentales acrecienta de tal modo el pensar y el sentir del Hijo que le concede realización a sus pensamientos y a sus deseos.
El Hijo por esta fuerza concentrada en sí, baña beneficiosamente a todo su Radio de Estabilidad. Él da salud a los enfermos, providencia a los necesitados, dirección a las almas.
El Hijo de Cafh esta circunscripto, además, a la clausura mística de su alma.
La misión de vida interior del Hijo no es sólo un símbolo sino una realidad efectiva.
El hombre futuro no ha de lograr el cumplimiento de sus aspiraciones de perfección y de felicidad por el esfuerzo exterior, sino por el esfuerzo interior.
Es necesario entonces que el corazón humano logre una mayor capacidad de retención potencial de fuerzas, necesarias para ese fin.
Las Medidas del corazón de la Madre Divina han de ser las medidas del corazón del hombre.
El Hijo entonces realmente se contrae en sí por la vida interior, asentando su morada, su pensamiento, su sentir, dentro de su propio corazón.
Él hace allí su morada potencial, su ciudadela inexpugnable, su observatorio sin limitación de horizontes.
El Hijo desde allí vuelve a reconstruirse espiritual y físicamente, haciendo experiencias y hábitos nuevos, poniendo a prueba su temple y flexibilidad, haciéndose apto para una mayor resistencia: una resistencia atómica.
Dicen los hombres que el excesivo dolor o el excesivo amor hace estallar al corazón, pero el Hijo dice al corazón: “Te daré, poco a poco, tanto sentir hasta que seas capaz de contener en tí la potencia del sentir del Universo”.
El Hijo revisa cada fibra de su corazón, la analiza y la fortalece; y no saldrá de allí, de su mística celda interior, fuera de la clausura de su alma, hasta que se conozca a sí mismo por el conocimiento de su propio corazón.
El Hijo para ajustar más las llaves de su Radio de Estabilidad, se aparta periódicamente aún más del mundo y de las cosas exteriores en casa de retiro y lugares apropiados.
El Hijo continuamente penetra en las profundidades del corazón y del alma, se ajusta sistemáticamente a una Idea Única, fija en sí únicamente su fin.
Por la contracción continuada, sostenida e inalterable, logrará el Hijo la medida única, la expansión suya en contacto con el Universo y la Eternidad.

Enseñanza 5: La Enseñanza

La Enseñanza de Cafh es Divina y Eterna.
Revela los medios para cristalizar en la tierra el Plan Divino, define las verdades inherentes a la Idea Madre de la Raza actual y de la venidera; deriva de las verdades fundamentales las contingentes y mantiene una comunicación directa y continuada entre los Maestros y los Hijos.
Ellos la transmiten, en el tiempo y en el espacio, sin detenerse nunca, amoldándola a la necesidad de la obra a realizar y a la capacidad espiritual de las almas que deben recibirla en el momento indicado y oportuno.
La Enseñanza es fundamental y contingente.
La Enseñanza es fundamental cuando revela las Verdades Eternas esencial y categóricamente.
Estas verdades están obscura y veladamente contenidas en los Textos Sagrados de las Grandes Religiones, de un modo sobrenatural y en la idiosincrasia ontológica y específica del hombre Ario de un modo natural.
Los Maestros la revelan, sin embargo, periódicamente a Cafh para mantener las Verdades Eternas a través de la pureza prístina del Verbo.
La Enseñanza es contingente cuando revela las Verdades Eternas en sus consecuencias y derivados, y las explica con claridad y detalle.
Los Maestros transmiten la Enseñanza ininterrumpidamente como un manantial inagotable y ésta le es manifestada al Hijo para que conozca las verdades sobrenaturales y naturales inherentes a él y a su Raza.
Los Maestros transmiten la Enseñanza por Etapas, según el grado y adelanto de los Hijos.
Estas Etapas pueden ser teóricamente divididas en ocho partes.
La Enseñanza de la primera Etapa es Común Natural.
Los Maestros infunden en los Hijos un amor espontáneo al estudio y lo acrecientan en aquellos que ya lo aman.
Las ciencias naturales y humanas son estudiadas con sumo interés y, aún más, la especialización que cada uno ha elegido.
Los Maestros dirigen estos estudios con su protección y amparo y los Superiores de Cafh los secundan estimulando en los Hijos la perseverancia de sus deberes de estudiantes, vigilando el curso normal de los mismos y el buen rendimiento de ellos en los exámenes y en la conquista del conocimiento.
Los Hijos de Cafh son buenos estudiantes. Llaman la atención en las escuelas y universidades por su aplicación, atención y rendimiento.
La Enseñanza de la segunda Etapa es de Iniciación Sobrenatural.
Esta es indirecta, porque es comunicada a los Hijos por apuntes escritos. Estos apuntes tienen el valor de facilitar la repetición y el recuerdo de la Enseñanza.
El estudio de los mismos predispone la mente y el corazón haciendo en el alma el hábito de recibir y asimilar las Enseñanzas, por ese medio.
La Enseñanza de la tercera Etapa es de Influencia Sobrenatural.
El conocimiento y el sentir de Cafh son transmitidos al Hijo a través de las reuniones dentro del Radio de Estabilidad, con la participación de él al poder de la Gran Corriente y por su aporte personal y magnético a la integridad de la Gran Obra.
Este conocimiento-vibración transforma rápidamente al Hijo en un hombre completamente nuevo.
La influencia sobrenatural se manifiesta en él visiblemente revelándole, por espontaneidad interior, los secretos de la vida espiritual y haciendo vivir el goce de la participación de este conocimiento de vida.
La Enseñanza de la cuarta Etapa es de Transmisión Oral.
El Orador transmite y comenta la Enseñanza haciéndola apta para que la reciban los Hijos a él confiados.
El Orador, que es expresión fiel de la Enseñanza de Cafh; por esto mismo la acrecienta con fuerza sobrenatural.
El Orador, por ser un canal directo entre los Maestros y los Hijos, transforma las verdades sobrenaturales que transmite en divinas.
La Enseñanza de la quinta Etapa es Sobrenatural Especulativa.
La mente, por el hábito, adquiere gran facilidad de discurrir las Verdades Reveladas. Aumenta así vivamente, por la comprensión, su amor hacia la vida espiritual y su deseo de perfeccionamiento.
El Hijo hace de la comprensión trascendental el fin y el centro de su esfuerzo. Todo su saber, arte, ciencia, filosofía y discernimiento son utilizados por él para especular, aclarar y definir lo sobrenatural.
Él no desecha la razón, sino la utiliza como un sólido puente para llegar a la orilla eterna. Su fe en lo desconocido se acrecienta a través de esta comprensión espontánea: “fidens quarens intellectum”.
Esta Enseñanza, discernida por el Hijo y estimulada por los Maestros, pone a su alcance los medios para lograrla: libros adecuados, rapidez mental, explicación del Orador y facilidad contradictoria.
La Enseñanza de la sexta Etapa es Sobrenatural Contingente.
La transmite el Enseñante exponiendo cursos y materias de un modo completamente nuevo y original.
El Enseñante adapta y renueva la Enseñanza según la necesidad y el tiempo. Siempre expone tópicos desconocidos; sin embargo, estos cursos son de verdades contingentes.
Él sólo expone las verdades fundamentales axiomáticamente, aclarándolas, dándoles un sentido definido, deduciendo verdades de verdad, comparándolas con otras Enseñanzas y solucionando las posibles y sucesivas contradicciones.
El Enseñante es tal porque recibe su Enseñanza y la dirección de la Enseñanza a impartir, directamente de los Maestros.
La Enseñanza de la séptima Etapa es Sobrenatural Revelada.
Cafh posee las Verdades Eternas y las verdades concernientes a la Raza actual y venidera, no en textos, sino escritas en el Templo de Hes.
Estas Verdades Eternas y Reveladas son las mismas que registran oscura y veladamente los Textos de las Grandes Religiones.
Exponen el principio fundamental básico del cosmos, sus leyes, manifestaciones y cambios.
Exponen la Idea Madre de la Raza y su cristalización a través de los tiempos y de los pueblos.
Exponen el modo de lograr la liberación del dolor y del mal por la progresiva ascensión espiritual y Unión Divina.
Estas Verdades Reveladas fundamentales son explicadas de por sí, pero no en sí.
La intuición y la razón las toman como un don divino sin discurrir sobre ellas, mas discurriendo sobre sus resultados.
Los Enseñantes las exponen continuamente a Cafh a través de la Enseñanza contingente.
La Enseñanza de la octava Etapa es Sobrenatural Espiritual.
Cuando el Hijo esta entrenado y dispuesto los Maestros lo instruyen directamente.
Lo instruyen en las horas del sueño y del ensueño.
Lo instruyen directamente dándole al intelecto una capacidad de saber, rápida y definitiva, sobre las Verdades Eternas.
Lo instruyen extáticamente en las horas de éxtasis, elevándolo hasta el Templo de Hes e impartiéndole allí la Divina Enseñanza.
La Enseñanza de Cafh, aún cuando se eleva hasta la más alta especulación, nunca intenta penetrar el Secreto Divino ni el Silencio Eterno.
Todos los teólogos llegan a un punto donde deben detenerse y adorar únicamente. Es sacrilegio intentar con la mente lo que no es ni para la mente, ni para el espíritu del hombre.
La Enseñanza Revelada y Eterna de Cafh subsiste en sí a través de su fluir continuo a los Maestros, a los Enseñantes, a los Oradores y a los Hijos; pero únicamente en sí.
La Enseñanza una vez que fue cristalizada no es ya la Enseñanza en sí, sino sólo una expresión humana de la misma.
Si el Hijo basara sus verdades únicamente en los papeles, apuntes y conceptos de Enseñanzas, se encerraría en un círculo determinado y la Enseñanza perdería toda espontaneidad y frescura.
El fuego que en Cafh consume anualmente los apuntes de Enseñanza quiere recordar a los Hijos que la Enseñanza Divina no puede ser fijada ni limitada.
La misión principal de Cafh es mantener este concepto de elevación y divinidad de la Enseñanza impidiendo que la misma pierda su espiritualidad al descender desde las altas cumbres al valle.

Enseñanza 6: Las Categorías

El alma logra la suprema realización por etapas.
Estas no están señaladas por factores externos, sino determinadas por transformaciones íntimas y profundas que marcan el adelanto de los Hijos.
Sin embargo, Cafh divide a sus Hijos en diversas Categorías y Grupos, procurando armonizar y adaptar la transformación exterior y visible con los progresos internos.
Esto no es siempre riguroso ya que hay Hijos adelantados que ocupan categorías inferiores y viceversa. Estas contradicciones aparentes responden siempre a una necesidad particular del Hijo, accesoria y nunca fundamental.
El alma que es admitida a Cafh estaba predestinada; aún si permaneciera en el Sendero un solo instante. Desde un principio participa potencialmente de toda la vida espiritual de Cafh y activa y progresivamente de una parte de la misma.
Esta participación activa desean indicarla y demostrarla las diversas categorías y grupos.
La Simbología y el Reglamento exponen cómo se suceden interna y externamente estas etapas ascendentes de los Hijos.
Además, los Hijos están divididos en grupos de hombres y mujeres.
En la reunión de almas, predestinadas a colaborar en la formación de la raza futura con el aporte de sus experiencias místico-interiores, esto es indiscutible. Es indispensable la división y selección de los diversos tipos para lograr el tipo ideal buscado.
No serán necesarias tales divisiones cuando las almas de Cafh respondan todas al incentivo único de la Idea Espiritual, pero sí mientras hay que ubicar y educar.
El sexo esta determinado por una cantidad de vibraciones contradictorias que permiten el predominio de unas sobre otras. Estas vibraciones son de ideas confusas y sentimientos varios.
Todo el mal del mundo viene luego y esto es bien visible en la historia de la Humanidad, de la sucesión de las ideas confusas que continuamente crean y destruyen y de las emociones de atracción y de odio. La distinción de sexo agudiza esta lucha.
La voluntad del hombre actual no está íntegramente determinada, a pesar de que es habitual decir que una persona tiene más mente o más corazón.
Sólo la Idea Espiritual podrá restablecer en el mundo un reinado pacífico. La Idea Espiritual es una idea perfecta, íntegra, resultado de ideas claras y sentimientos genuinos. No hay ideas y emociones, sino idea-emoción conjunta, simultánea.
Cafh divide las almas en grupos de hombres y mujeres para educar estas voluntades distintas y encauzarlas hacia la Idea Espiritual.
El ser del futuro no será un hermafrodita, sino un ser de reacciones armónicas y similares que no buscará en la diversidad de los sexos la atracción y reacción, sino un complemento armónico y sólo ligeramente diferenciado.
Las categorías determinan el caudal de posibilidades de los Hijos.
Cada uno de los Hijos trae consigo una Ley de Consecuencias que ha de cumplir en la vida, a pesar de su vocación espiritual y de estar destinado a Cafh.
Hay una infinidad de factores físicos, éticos, ancestrales, que necesitan ser considerados para saber si uno puede o no puede saltar ciertas vallas.
Además, dentro de cualquier categoría uno puede llegar a la cumbre espiritual, pues en todas se suceden los grados que elevan y predisponen el alma a la suprema realización. Las categorías sólo se ajustan a los diversos métodos de vida de los seres humanos.
Cafh no dice que un solo estado de vida lleva a la perfección, ya que considera que en diversos estados, con más o menos celeridad, puede el Hijo libertarse.
La categoría base se dedica a la educación y al desenvolvimiento habitual de los Hijos. Es la escuela de Cafh. En ella el Hijo se hace apto física, mental y espiritualmente.
El Radio de Estabilidad y la práctica de las disciplinas impuestas eliminan en uno, cuatro y siete años las células indeseables. El Hijo tiene así un cuerpo nuevo y adecuado, apto para emprender la marcha.
El poder de la Gran Corriente y el estudio de las enseñanzas eliminan las diversas vibraciones mentales y acostumbran el pensamiento a la Idea Única.
La práctica de la meditación y de la vida interior van descubriendo al alma el verdadero amor y la Imagen de la Divina Madre haciendo inquebrantable a la voluntad.
El examen retrospectivo y el conocimiento de sí mismo hacen que el Hijo elija el estado de vida y la categoría que espiritualmente le corresponden.
La Categoría de los Hijos que viven en el mundo ha de formar familias modelos.
Cafh tiene a muchos de sus Hijos que viven, trabajan y luchan en el mundo. Esta categoría es el punto de apoyo de Cafh. Ellos están destinados a formar las familias, imagen de las familias del futuro, exentas de egoísmos personales y lazos de raza.
Cafh considera la familia como un factor negativo sólo cuando ésta converge su atención únicamente en ella, encerrándose en un círculo limitado y egoísta, ya que estima que la verdadera familia ha de ser una fuente de unión y de ayuda para todos los seres.
El lema de Cafh a este respecto es: “Amo a los míos a través de los ojos de todos los seres humanos”.
Esta familia de Cafh ha de ser un centro de solidaridad de todos los seres humanos en donde la hospitalidad, el buen consejo, el servir al prójimo, el iluminar a las mentes de los que buscan el sendero, es una ley.
Su misión espiritual será vivir la mística interior sin desatender la más mínima de sus obligaciones externas, aún las más insignificantes. Su apostolado incesante estará constituido por la ayuda eficiente a la Humanidad. Se entiende por ayuda eficiente la oración interior acompañada por el acto exterior.
La vida espiritual de estos Hijos ha de ser, además, transmitida a los familiares e hijos. Han de tener, como uno de sus móviles principales, engendrar almas para Cafh y la raza futura.
La categoría de los Hijos que viven en comunidad aspira que sus componentes lleguen más rápidamente a la perfección.
En la Comunidad, el Hijo encuentra todos los medios exteriores y las disposiciones necesarias para poder entregarse, sin preocupación y enteramente, a los ejercicios y prácticas espirituales.
Los Hijos están, además, divididos en diversos grupos.
El alma ha de tener al alcance de sus manos las herramientas necesarias para el trabajo espiritual. A los niños se los alimenta con leche y a los hombres con pan. Si se quisiera dar a cada Hijo todo el caudal de enseñanzas y de experiencia mística de Cafh se le haría un gran mal. Es evidente el daño que hacen ciertos libros puestos al alcance de todos y la enseñanza de ciertas prácticas psíquicas impartidas a quien no está preparado para recibirla.
El Hijo en cada grupo recibe el pan espiritual apto para él y con prudencia es iniciado en las prácticas ascéticas, siendo atentamente vigilado pues siempre lo desconocido es un arma de doble filo.
Aún con aquellas almas que desde un principio demuestran grandes aptitudes y aspiraciones hay que ser discreto y prepararlas adecuadamente durante uno, cuatro y siete años.
Las vocaciones verdaderamente extraordinarias, pues hay almas ya predispuestas ancestralmente y que pueden recibir enseñanzas y orientaciones superiores, no están nunca marcadas por el entusiasmo y la exaltación, sino por la resistencia anímica que demuestran al ser sometidas a la disciplina, al sufrimiento y a la práctica de las virtudes internas.
Muchos Hijos, sobre todo principiantes, lamentan no tener en Cafh un apostolado evidente o algún trabajo directo.
Cafh no tiene ni apostolado ni trabajo directo que cumplir.
El apostolado de los Hijos nace del interior, brota por sí mismo desde su alma hacia el exterior en el momento oportuno; es algo de uno y lo que uno hace, como la luz que no puede no ser vista.
La curación de los enfermos, la providencia a los necesitados, la dirección de las almas, es una práctica totalmente interior. Cuando la copa interior del alma está colmada se vierte por sí sola, naturalmente. Todo a su momento y a su hora.
No es de extrañar que se encuentren almas en Cafh estancadas en un lugar y no pasen de allí. Por su idiosincrasia o falta de aplicación en su momento oportuno han perdido su posibilidad. Llegan a un punto tope y no adelantan. Estas almas, sin embargo, no pierden su tiempo y preparan su desenvolvimiento total para una época futura.
Las etapas y grupos son, entonces, siempre indispensables para el adelanto de los Hijos.

Enseñanza 7: La Idea Madre

Cada raza tiene una Idea Madre que es el hilo que ensarta todos los pensamientos y hechos de la misma, y la orienta durante toda su existencia.
La Idea Madre de la Raza Aria es la estructuración homogénea de los valores humanos y divinos.
Los Grandes Iniciados Solares de Primera Categoría lanzan la Idea Madre al principio de la Raza. Bien puede decirse que nace con ella.
El desarrollo de la razón es el factor fundamental de posibilidad para que el hombre pueda desenvolverse íntegramente, humana y divinamente. Él ha de llegar a tener medios propios de vivencia con respecto al cosmos y a Dios.
El hombre atlante, de posibilidades intuitivas insospechables, vivía en dos mundos completamente distintos. El físico, donde su destino estaba determinado por su voluntad instintiva natural y el espiritual donde sus posibilidades ultraterrenas estaban agigantadas por la participación de su conciencia a la conciencia cósmica.
Mas, en el hombre ario esa poderosa voluntad natural y esa grandiosa conciencia creadora habían de desaparecer para que él pudiera actuar dentro del Gran Plan Divino, pero como si estuviera aislado y solo.
Esta será la gran conquista del hombre ario y al mismo tiempo su gran tragedia. Él queda solo y a obscuras frente a los grandes problemas de la existencia que ha de resolver con su propio esfuerzo.
La razón establecerá un gran puente entre la tierra y el cielo, mas aquél que lo cruce no podrá divisar los puntos de unión del puente con la tierra y con el cielo.
La Idea Madre de la Raza Aria es afirmada sobre todo por la lucha que el hombre ha de librar entre el destino y el libre albedrío.
Él tiene el don de discurrir, discernir, distinguir y recordar. Estos mismos valores intelectuales le impulsan constantemente a ser el árbitro de su destino. Este poder puede crecer tanto en él hasta llevarlo a creerse, satánicamente, un todo distinto y semejante al cosmos.
Pero el destino a través de su eterno devenir lo envuelve una y otra vez en sus remolinos ineludibles hasta apoderarse de él y devolverlo a su estado de conciencia.
El hombre nunca puede llegar a una solución real frente a estos problemas, pues en realidad su fuente de conocimiento racional no es más que un medio de liberación. Asimismo, esta lucha es la que lo impulsa continuamente al destino que le ha forjado la Idea Madre: que de hombre se transforme en Dios, no con medios propios, sino valiéndose de esos propios medios.
Por eso, el hombre llega a la realización cuando sabiendo razonar, no razona y no comprendiendo más que por analogía, soluciona el problema del destino y del libre albedrío a través de un sentir superior.
Entonces la voluntad determinante se unifica por místico abandono a la Conciencia Cósmica.
Los Grandes Iniciados Solares de Segunda Categoría orientan la Idea Madre canalizándola por diversos cauces hacia el logro de su fin.
Dios se oculta a los ojos del hombre como si no existiera y éste deberá ganarse el pan con el sudor de su frente. Mas Dios no lo abandonará y le promete una futura alianza.
El hombre ha de quedar solo frente a sí mismo y con su esfuerzo ha de solucionar todos sus problemas. Mas la potencia divina mora en lo más profundo de su ser.
Apartado de la fuente divina se cree distinto de ella. Sin embargo, la divinidad permanece en él. Sólo que el hombre, al tener una esencia divina y al creerse únicamente humano, establece su obra de desenvolvimiento personal, determinando continuas separatividades.
La obra del hombre, antes de volver a hacerse integral, será origen de muerte, dolor y ruina. Los seres continuamente se dividen, se separan y se distinguen hasta llegar a un completo desconocimiento el uno del otro y a tener características mentales y raciales distintas y propias.
El conocimiento de las partes trae de por sí esta gran ceguedad. Verá el hombre a sus obras pero no verá a Dios. Entonces con sus propios medios, viendo la inutilidad de su esfuerzo, podrá volver a la Divinidad.
Los pares de opuestos de la Humanidad, de vida y muerte, de egoísmo y colectividad carcomen constantemente a los seres, pero los impulsan al mismo tiempo a su redención.
Las promesas divinas continuamente afloran en el alma del hombre, con el afán incesante e indestructible de volver siempre a empezar y a procurar rehacerse.
Los Grandes Iniciados Solares de Tercera Categoría mantienen viva y renuevan continuamente la Idea Madre.
La separatividad y la lucha por el predominio del hombre sobre el hombre le dan a él medios ilimitados que lo hacen como un dios sobre la tierra y al mismo tiempo lo hunden en los más profundos abismos de la muerte y la desesperación.
Miguel y Satán seguirán su combate hasta el fin de la Raza.
Da la impresión de que, con los descubrimientos atómicos por un lado y las guerras mundiales por el otro, la era actual es el más alto exponente de estos resultados propios del hombre.
El hombre continuamente es llevado de un extremo a otro de sus contrarios por la Voz Divina que procura restituirle el sentido armónico, para inducirle a identificar los resultados extraordinarios de su poder con las Leyes Eternas del Universo.
Los Grandes Iniciados Solares de Cuarta Categoría, cuando la oscuridad es más profunda sobre el mundo, vienen a vivir entre los hombres para restituirles el sentido de su origen divino y sobrenatural y ayudarlos a cruzar el gran puente de la razón para que circulen libremente de la tierra al cielo.
Pero no basta este auxilio.
Para que el poder humano se transforme en divino es necesaria una unión sustancial de los dos elementos, humano y divino.
Es necesario entonces que la misma divinidad nazca y viva en él, se injerte en él, se haga su propia vida, para que al fin se constituya la Idea Madre de la Raza: el logro del Hombre-Dios.
Esta, “1945”, es la hora de tal divino alumbramiento.
Cafh participa de un modo grandioso al cumplimiento definitivo de la Idea Madre.
Dentro del conjunto de fuerzas superiores y humanas que trabajan para el nacimiento de la divinidad en el hombre, ella tiene una parte preponderante.
Le toca a Cafh aportar a la egoencia del hombre futuro la parte de Mística Interior del Corazón.
Egoencia quiere decir perfecta individualidad identificada con la Conciencia Cósmica a través de las almas redimidas similarmente egocéntricas.
El Hijo desarrolla en lo más íntimo de su ser su obra mística para lograr la trascendencia interior divina.
Por su esfuerzo constante él penetra en sí, está fijo en sí, renuncia a toda exterioridad, rechaza toda apariencia, se hace nada para dar a su comprensión intelectual la tersura de un espejo en donde pueda reflejarse la belleza divina. Se aniquila aparentemente, pero en realidad se constituye como un ser perfecto, egocéntrico, todo divino.
La divinidad se expande a su alrededor por la participación de la Divina Madre en él, por la predestinación que lo hace apto para que Ella se manifieste en él.
La gran labor del Hijo, su gran apostolado es éste: vivir en sí, sentir en sí lo que desea realizar afuera y todo lo demás es vano.
La obra exterior ha de ser lograda sólo a través de la expresión auténtica del ser integral interior. Nada se puede hacer si no hay dentro lo que se quiere ejecutar.
El Hijo de Cafh participa a la realización de la Idea Madre en el mundo por esta plenitud interior que, por ser infinitesimal, puede abarcar en sus consecuencias a todo el mundo y ensancharse hasta lo infinito.
Al día de hoy, la posición espiritual de Cafh está completamente en armonía con los nuevos valores metafísicos que tendrán que desarrollarse en la Nueva Raza.
Su misión, toda interior, basada sólo en las virtudes negativas que niegan importancia a los problemas propios e individuales para dar valor únicamente a los problemas mundiales y ajenos, la elevan a una altura insospechada de posibilidades y la ponen en directo contacto con la necesidad ejecutiva de la futura religión universal.
Sus conceptos, si bien sólo espirituales, trascienden religiosamente en algunas leyes fundamentales:
Que el bien anímico es el más importante y que quien lo posee soluciona todo problema y amplifica su capacidad de trabajo y resistencia en un cien por cien.
Que la voluntad ha de ser siempre analógica, egocéntrica, quiere decir, toda enderezada al cumplimiento del Plan Divino sobre la tierra.
Que la superioridad y jerarquía de los hombres es sólo de carácter espiritual, una aristocracia del espíritu; y
Que la unión de los seres se logra únicamente, no a través de conceptos raciales y colectivistas, sino por semejanza física y analogía espiritual.
Las nuevas ideas darán resultados positivos por la negación de los valores sistemáticos. Darán al hombre una nueva fuerza dinámica con características potenciales y expansivas sólo a intermitencias. Desarrollarán en su cerebro nuevos centros transmisores y receptores que lo pondrán en contacto, no sólo con una esfera del pensamiento de la Humanidad, sino también en contacto directo con las ondas mentales del cosmos.
Cafh con estos principios, no sólo está hecha para lograr un desenvolvimiento espiritualmente interior, sino también para que éste se expanda en el mundo como una nueva fuerza física que dará a los seres Cuerpos de Fuego, como una nueva fuerza ética que dará a los hombres capacidad dinámica y poder de comprensión, como una nueva religión participante de la Religión Universal, que les dará la posibilidad de su propia realización espiritual.

Enseñanza 8: Cafh frente a las Religiones

Cafh tiene su propia concepción del ser y de su relación con el mundo y con Dios.
Este principio propio no niega ni excluye las concepciones distintas; sólo representa el punto de apoyo que el alma necesita para fijarse y tomar las energías necesarias para remontar vuelo.
Las otras concepciones fortalecen la concepción de Cafh. Cuanto más profundamente el Hijo las conoce, tanto más adquiere la idea precisa de cómo debe comportarse respecto a ella y a los poderes que de ella emanan.
Las concepciones religiosas del mundo han creado los sistemas basados en el monoteísmo y el politeísmo. Estos sistemas devienen de las grandes Revelaciones y Tradiciones Universales, pero prescinden de nuevas ideas proféticas renovadoras.
Ellas no están en condiciones de dar una solución definitiva a los problemas del hombre con respecto a la vida y a Dios porque no son universales.
Las Grandes Revelaciones, las Tradiciones, el Verbo de las Divinas Encarnaciones, tienen siempre un carácter universal. La influencia divina de estos canales puestos entre la tierra y el cielo vuelca su savia por todo el ámbito del mundo.
Pero enseguida que esta fuerza divina empieza a canalizarse a través de las costumbres del dogma y del sacerdocio, el canal tiene más importancia que la savia que fluye y se constituyen las religiones no universales.
El politeísmo, resultado de un pensamiento grandioso del incesante y variable devenir, coloca lógicamente a cada cosa en su lugar alcanzando precisión deductiva y conceptos fundamentales; pero incluyendo al hombre dentro de los grandes horizontes cósmicos y períodos cíclicos de retorno no soluciona en nada su situación actual.
Los pensamientos filosóficos y teológicos politeístas son fascinadores e irrefutables, pero como sistemas religiosos no tienen remedio para los males del hombre.
La vida y el deseo de vivir son la causa de todo sufrimiento, ilusiones que atrapan al ser reduciéndolo a sucesivas e inacabables miserias. Sólo desechando la vida y el deseo de vivir podrá el ser verse libre del mal, pero, frente a estas verdades indiscutibles, el hombre sigue viviendo, padeciendo y buscando nuevas soluciones.
El politeísmo, como religión, no tiene nada que dar al hombre. Es como decirle al enfermo en lugar de auxiliarlo: “Muérete y dejarás de sufrir”.
Cuando estas religiones quieren llegar a algún efecto práctico tienen que valerse de principios contrarios a sus enunciados fundamentales y valerse del resultado de otros sistemas para alcanzarlos.
El monoteísmo, en cambio, tiene una pobreza absoluta de pensamiento y sus especulaciones son racionalmente inexplicables, confusas y de resultados materialistas. Estos sistemas religiosos casi siempre, a pesar de sus esfuerzos para negarlo, adoran a un Dios planetario, psíquico, parcial, antes que a un Dios Universal y sus horizontes son limitados y de escaso alcance.
Sin embargo, las religiones monoteístas tienen un sentimiento grandioso y expresan un afán incansable para poder solucionar los males del mundo. Al no lograrlo, tienen que construir continuamente reinos utópicos y cielos de esperanzas para ir ganando tiempo mientras llega el remedio.
Después de cada guerra los creyentes de estas religiones se preguntan: “¿Son éstos los resultados de la religión del amor?” Como el monoteísmo no logra una verdadera solución con respecto a la vida y a Dios, busca soluciones especulativas saliendo fuera de su fe, toda sobrenatural. Copia y se adapta a otros sistemas filosóficos y a las deducciones de los especulativos contrarios, para adaptarlos al sentimiento de sus postulados.
Mientras, las religiones luchan enconadamente entre sí para alcanzar el predominio universal sin alcanzarlo nunca.
Las grandes religiones contienen en sí las semillas de las Verdades Eternas y son las exponentes de la Idea Madre de la Raza.
Son poderosas fuerzas psíquicas puestas en marcha para llevar a los seres hasta la pura vida espiritual.
Más, al no ser universales y necesitando la lucha entre sí para el predominio, deben forzosamente subordinar la vida espiritual a su fin propio y arbitrario, imponiendo a las almas sanciones confesionales para la realización divina.
Además, para asentarse las religiones, por ser varias, se han constituido como poderes del mundo valiéndose de prerrogativas de raza, de economía y de privilegios. Más que el valor espiritual defienden sus valores psíquicos, éticos, litúrgicos; y se defienden de los ataques y enemigos valiéndose de la continuidad histórica de su iglesia y de las organizaciones sacerdotales exclusivistas.
Sólo unas pocas almas escapan a los lazos de los sistemas religiosos remontándose por la mística hasta las regiones espirituales. Pero estas almas, aún siendo observantisimas de las leyes dogmáticas y morales de su iglesia, han de sufrir una infinidad de pruebas y contrariedades de parte del clero y adeptos oficiales.
Muchas personas desearían librarse de estas religiones ya que no están conformes con ellas, pero un cambio de religión no soluciona fundamentalmente el mal.
La religión es valiosa en cuanto presta al alma los medios para elevarse hasta la pura vida espiritual y es contraproducente cada vez que quiere transformar la vida espiritual en un acto mágico y sacramental.
Sólo una religión única, universal, podrá dar a la Humanidad soluciones definitivas y llevar a las almas, no a la salvación según su credo, sino a la iluminación deificante.
Cafh espera y trabaja para que surja en el mundo esta gran religión universal, en donde el valor espiritual en sí sea superior a los valores dogmáticos, tradicionales y escatológicos. Pero mientras tanto, no deja Cafh de reconocer el valor de las diversas religiones y de respetarlas debidamente.
No se remedia ningún mal destruyendo y combatiendo, como lo enseña la experiencia. Los seres han de librarse de las corrientes psíquicas de sus religiones para penetrar en la pura vida espiritual de sí mismos y del cosmos.
Cafh tiene una Enseñanza, una Protección, una Organización que de por sí y con sus medios lleva a las almas hasta el fin deseado, pero admite que cualquier religión posee estas prerrogativas para lograrlo.
Sólo estima incompatibles aquellos aspectos ordenativos contradictorios entre Cafh y la religión practicada. Los medios para lograr un fin han de ser sincrónicos entre sí para ser efectivos.
Los medios propios que Cafh ofrece a los Hijos y que pone frente a las soluciones de las otras religiones son los resultados obtenidos por los individuos que han podido encontrar los más puros resultados espirituales, pero no afirma tener la solución definitiva.
La mística en último término, es para Ella la que puede abrir los horizontes y dar las definiciones espirituales necesarias.
Sus conclusiones son las siguientes:
“Si la vida es un mal y sólo abandonando el deseo de vivir se puede eliminar este mal, renuncio al mundo y a la vida. Yo renuncio, como individuo, como personalidad; mas mi renuncia sería vana si no tuviera como resultado una solución a los problemas de los hombres que no renuncian y deben vivir en el mundo. Ha de haber un remedio para el mal del mundo, cuando Dios mismo trasciende hasta el hombre y viene hasta él.
Cuando Dios viva realmente en el hombre no podrá haber mal ni dolor. La solución no ha de ser el abandono del mundo, sino la divinización del mismo.
Mi renuncia no niega la vida sino la redime. Renunciar a la vida porque no hay soluciones a sus males es un remedio muy pobre, pero el renunciar a la vida habiéndola transformado es haber alcanzado el fin”.
Cafh, con estos sencillos postulados, se levanta frente a las grandes religiones con comprensión y respeto, pero manteniéndose firme en su puesto y opinión, mientras espera el advenimiento de la Divina Encarnación y el establecimiento de la Religión Universal.

Enseñanza 9: Los Dones de Cafh

El Hijo que participa a la reunión de almas de Cafh se hace acreedor a los Dones Sobrenaturales que de ella emanan.
Se entiende que estos Dones Sobrenaturales le son concedidos al Hijo porque él se ha puesto en actitud de recibirlos por predestinación ancestral, por su participación a la Integridad de la Gran Obra y por su disposición interior.
Los Dones Sobrenaturales de Cafh son incalculables y tienen resultados visibles y naturales. Los principales de ellos están enumerados en los beneficios de participación a Cafh.
El Hijo, al formar parte del Cuerpo Místico de Cafh, adquiere el Don Sobrenatural de Amor.
El puro amor de entrega y renuncia purifica al Hijo de todos amores sensibles y le confiere la posibilidad de una unión sin mancha con la Gran Obra.
Por más que el Hijo se esfuerce por sí solo nunca podrá lograr este amor, que invadirá su ser en el momento dispuesto y ordenado por la Divina Madre. Este puro amor del alma del Hijo se comunica luego, naturalmente, a todos los seres que lo rodean y se expande en el mundo como una promesa de salvación y felicidad.
El Hombre siempre salta de la razón a la emotividad y divaga entre los impulsos opuestos de su susceptibilidad y ternura, porque no conoce el verdadero amor.
El Hijo que posee este amor, que se manifiesta a través de una entrega espontánea, posee el secreto del Amor Real.
El Hijo, al recibir proporcionalmente y según su categoría el Poder de la Gran Corriente, adquiere el Don Sobrenatural de Fuerza.
El Hijo tiene en sí una infinidad de semillas de posibilidades buenas y malas. La mayoría de las veces, en los hombres corrientes, nunca llegan a desarrollarse por falta de fuerza de autorreconocimiento y de voluntad. Algunas cualidades comunes y adquiridas en la niñez son las que rigen continuamente las actividades psicológicas del alma y ahogan cualquier otra tendencia que intente brotar.
Pero al contacto de la Gran Corriente el Hijo se reconoce a sí mismo y adquiere la fuerza sobrenatural necesaria para desarrollar sus posibilidades.
La renuncia interior vivifica la verdadera individualidad egocéntrica del Hijo para que la vuelque en la Divina Madre.
El Hijo ve entonces aflorar todas sus malas tendencias para que él pueda fácilmente arrancarlas y destruirlas. Por otra parte, las buenas tendencias se acentúan y vitalizan poniéndose a la vista para ser utilizadas. Este don hace que las actividades vayan tomando volumen y capacidad y, si son bien atendidas, confieren al Hijo facultades extraordinarias para cumplirlas.
El Hijo, al recibir parte de la Enseñanza, adquiere el Don de Sabiduría.
Todas las potencias del alma, mentales y emotivas, son vivificadas divinamente en Cafh capacitando al Hijo para captar el conocimiento rápido y brevemente.
Es notable la facilidad que adquieren los Hijos, al ingresar a Cafh, para captar las enseñanzas.
Los hombres adquieren el saber muy penosamente, y necesitan años de estudio y experiencia y la lectura de gran número de libros muy voluminosos. El conocimiento, exceptuando los pocos genios y capacitados que hay en el mundo, llega cuando los años de juventud y de actividad han quedado atrás. Muchas veces tal saber carece ya de interés por haber perdido actualidad.
El Hijo, por este don, tiene la sabiduría que acumularon los Hijos en otros tiempos y que se expresa en enseñanzas claras, sintéticas y sencillas que quedan rápidamente grabadas en la memoria.
La sabiduría penetra así en lo más íntimo y profundo del alma, pues no sería tal de no ser su objeto comprendido y sentido. Es vana toda enseñanza si no penetra conjuntamente en la mente y en el corazón.
El Hijo, al tener facultad para pedir consejo a los Superiores, adquiere el Don Sobrenatural de Consejo.
El Hijo participa también de la experiencia de todos los Hijos que viven en la tierra y en el cielo por la semejanza de los Cuerpos de Fuego entre sí. Esta salvaguardia de experiencia sobrenatural es una participación directa al consejo inefable de la Voz Divina de Hes.
Aún tiene el Hijo el bien de ver confirmado este consejo, indispensable para él, a través de los Superiores que lo manifiestan con sus palabras.
La seguridad del valor afirmativo del consejo tiene un poder de realización, verdaderamente divino y efectivo que le confiere al Hijo una posibilidad casi infalible para actualizar su propósito. El valor de la palabra de consejo se extiende aún más allá; sale del interior del Hijo para expandirse y abarcar a otros seres, pues el consejo recto y verdadero se transforma en una posibilidad de opinión útil para todos. El Hijo, espontáneamente y a veces contra su voluntad, imparte consejos buenos y oportunos.
El Hijo, al tener la facultad para comunicarse sin intermediarios con el C. G. M., adquiere el Don Sobrenatural de Riqueza.
El Hijo, a través de su ofrenda de entrega, se despoja de la preocupación de su futuro y, con este acto puro, transfiere todas sus cargas a Cafh. Él todo lo ha dado por la Divina Madre y Ella toma sobre sí el peso de su Hijo y se hace cargo de sus necesidades.
Este bien hace que los Hijos reciban en todos los momentos una ayuda sobrenatural para que puedan desenvolverse en la vida; un verdadero don de Riqueza.
Al darse, sin saberlo, los Hijos depositan un tesoro en un banco que no quiebra nunca.
Esto es algo que no han de conocer los aspirantes ni aún los Hijos que de poco tiempo atrás han entrado en contacto con la Gran Corriente, porque se correría el peligro de estimular egoísmos que tendrían resultados desastrosos para ellos. Pobre de aquel Hijo que espera en el sendero recompensas materiales. Ya ha recibido su paga en la primera hora.
Este Don Sobrenatural se actualiza diariamente a través de las bendiciones que el C. G. M. imparte a las Tablas y los Superiores a los Hijos; éstos sólo pueden hacerlas efectivas por la participación al Poder Integral de la Gran Corriente. A través de las bendiciones reciben los Hijos el pan espiritual y el pan material y aún pueden solicitar más protección y ayuda cuando tengan necesidad, pues todos ellos tienen libre acceso al tesoro de comunicación entre Cafh y la Unión Substancial con la Divina Madre por el contacto directo con el C. G. M.
El Hijo al tener facultad de ser auxiliado en caso de grave necesidad, adquiere el Don Sobrenatural de Asistencia.
Los Hijos reciben auxilio constante, día y noche, de parte de los Maestros y de los Protectores de Cafh que tienen el encargo especial de acompañarlos; por Ellos los Hijos pueden recorrer su sendero espiritual y tener la asistencia sobrenatural para llegar a la cumbre.
En las horas del sueño este divino auxilio se hace aún más efectivo, ya que el Hijo es instruido y guiado por el mundo astral y participa del trabajo que Cafh efectúa en beneficio de la Humanidad.
En las horas diurnas la asistencia se hace más visible y palpable sobre todo en los momentos de dificultad. La ayuda llega al Hijo de un modo totalmente inesperado y providencial. Este don es aun más directo y efectivo en los momentos de grave necesidad, pues parecería que los Hijos, en el momento oportuno, recibieran un mandato superior para correr en ayuda de aquél que esta más necesitado.
El Hijo, al tener facultad para ser asistido en sus enfermedades, adquiere el Don Sobrenatural de Salud.
Las enfermedades son el castigo y la lacra de la Humanidad que carcomen y destruyen antes de tiempo la psiquis y el cuerpo del hombre.
Pero la enfermedad, transformada en un acto expiatorio y purificador, se convierte en un beneficio incalculable.
El Hijo no tiene enfermedades; sus dolencias son actos de sacrificio cruento que fortalecen su alma, borran su karma y curan a la Humanidad.
Con este don, si bien los Hijos no se substraen a las enfermedades, tienen un incentivo superior para sobrellevarlas y transformarlas en un valor efectivo.
Además, con este don el Hijo ahuyenta las enfermedades extremas, se cura con más facilidad, mantiene por más largos años su vigor y vitalidad y no se desmorona antes de tiempo.
El Hijo, además, es asistido en sus enfermedades no sólo con remedios y atenciones, sino con el magnetismo y el poder de los otros Hijos que lo asisten.
El Hijo, al tener facultad para ser asistido en la hora de la muerte, adquiere el Don Sobrenatural de Vida.
El Hijo, por este don, puede vivir más tiempo que el que le fuera kármicamente concedido si ha de cumplir alguna misión que le fue especialmente encomendada. Esto es posible gracias a la divina asistencia de los Maestros, y a la ofrenda espontánea de un tiempo de su vida de parte de algún otro Hijo.
Este don no permite al Hijo que muera de muerte natural sino en forma extática; la cual no es muerte sino vida.
Además, con su sola presencia los Hijos que asisten al moribundo no permiten que el cuerpo astral salga por el esplénico, sino consiguen que se liberte rompiendo las paredes cerebrales.
El Hijo, al tener facultad para ser acompañado por los Caballeros Protectores de Cafh después de la muerte, adquiere el Don Sobrenatural de Eternidad.
Las almas, al abandonar el cuerpo físico, tienen que atravesar el Valle de la Muerte, quiere decir, han de pasar por todas las experiencias objetivas con las cuales han enriquecido su memoria durante la vida. Estas se les presentan como imágenes horripilantes o seductoras.
Los Hijos de Cafh, por este Don de Eternidad, son divinamente acompañados en este viaje y tendrán a su lado quienes ahuyentan las sombras y figuras proyectadas por la ilusión de la mente.
La Santa Compañía es prenda segura de que el Hijo no se desviará por los mundos inferiores, sino que llegará rápidamente a su divino reconocimiento.
Este don ya le fue impartido al Hijo durante la vida por la comprensión adquirida de la vacuidad de todas las apariencias humanas, a través de la renuncia, y a través del concepto de ser predestinado y elegido para los altos destinos de Cafh.
Este don confiere paz en la hora de la muerte. También permite que el Hijo experimente, antes de haber abandonado el cuerpo físico, el sentido íntimo de la Liberación Interior.

Enseñanza 10: Economía Providencial

Los Hijos de Cafh practican la Economía Providencial.
El Hijo considera que sus bienes materiales y las ganancias que éstos le reportan no le pertenecen enteramente, sino que han de ser divididos proporcionalmente.
Es necesario desterrar el concepto de posesión si se desea eliminar del mundo las miserias y las calamidades que lo afligen. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre la pobreza evangélica y la Economía Providencial de Cafh.
Cristo es bien categórico al respecto: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”. “No atesoréis tesoros sobre la tierra”. Y a sus apóstoles dice: “No os procuréis ni oro ni plata ni calderillas en vuestras fajas”.
Los primitivos cristianos, guiados por Pedro, hacían vida en común. Los Hechos de los Apóstoles dicen: “Y todos los que habían abrazado la fe vivían unidos y tenían todas las cosas en común; y vendían las posesiones y los bienes y los repartían entre todos, según cada cual tenía necesidad”.
Sin embargo, el ideal de pobreza evangélica, que Cristo deseaba como un fundamento para la felicidad de todos, queda entre las bellas aspiraciones. Sólo aisladamente alguno de los más fervorosos pudo cumplirlo. San Francisco de Asís es uno de los más dignos ejemplos.
El ideal de pobreza franciscana es sublime. A través del mandato evangélico puesto en práctica, el hombre logra por la renuncia sistemática a todo, la unión con la señora pobreza: es la naturaleza redimida por la sangre de Cristo y divinizada por su imitación de suprema renuncia.
Pero este sendero no puede ser realizado por todos. Francisco pudo mantener este estado de vida sólo mientras sus discípulos fueron unos pocos. Aún en vida se le oía clamar para que sus frailes no abandonaran su vocación de pobreza, pero tuvo que ver, impotente, que ellos necesitaban ropa para vestir, casa para habitar, libros para estudiar.
Los franciscanos idealmente se mantenían fieles a la pobreza, pero efectivamente nunca pudieron practicarla como lo habían hecho Francisco y sus primeros compañeros. Todos aquellos que lucharon luego por su pristinidad fueron sistemáticamente reprimidos por la necesidad y el bien de la comunidad. Sólo unos pocos elegidos pueden realizar a Dios por medio de la pobreza total.
El ideal evangélico de pobreza, sobre todo como es practicado en la actualidad en el mundo cristiano, más que un remedio frente al deseo desenfrenado de posesión de los hombres, es un camino de realización mística frente al mal colectivo.
La Economía Providencial de Cafh quiere cambiar, ante todo, el punto de vista posesivo del Hijo. Dar es recibir. Ella no sólo es parte del sendero de realización, sino una solución para el mal posesivo y egoísta de la Humanidad; la felicidad del Hijo es incompleta sin la felicidad de todos.
Los medios posesivos del hombre lo hacen pobre y miserable. Juntar bienes terrenales es quitar a otros lo que les pertenece naturalmente. La madre tierra da el alimento necesario para todos sus hijos y no más. El almacenamiento continuado y desmedido por especulación y no por justa distribución, está quitando a alguien lo necesario y cargando al poseedor con el malestar de muchos.
Esto hace que el poseedor y la posesión sean dos cosas distintas, antagónicas, que tendrán que chocar entre sí y destruirse recíprocamente. La nave demasiado cargada se va a pique.
La Economía Providencial enseña que hay en el hombre una fuente permanente de posibilidades de bienes de toda clase y, entre éstas, de bienes materiales.
Esta fuente anímica es continuamente taponada por la sobrecarga de ideas de necesidades no reales. Liberarse de la preocupación egoísta de sí es dejar que el agua de las posibilidades brote ampliamente.
Dar la mayor parte de lo que uno tiene es el único modo para destruir el complicado sistema económico de retener porcentuando. La retención que por ser tal se reproduce en beneficio de sí misma.
Economía Providencial no es darlo todo, hacerse mendigo profesional, despreciar todas las comodidades y los bienes que son inherentes a la vida del hombre, sino es saber ocupar su propio lugar en el mundo y no dos lugares.
No se puede dar al hombre enseñanza espiritual si no se ha pensado en su situación económica.
Él necesita dos panes para su adelanto: el pan espiritual y el pan material.
La Economía Providencial de Cafh es intrínsecamente el concepto humano de no posesión, y efectivamente el concepto de participación ecuánime de los bienes del mundo.
La Economía Providencial ha de ser practicada socialmente.
El hombre vive, trabaja, piensa y tiene derecho a todo lo que él necesita especialmente para vivir. Así como todo ser necesita un caudal determinado de aire para vivir, así también necesita un campo magnético humano en donde desenvolverse, siempre según su necesidad especial.
Todos los hombres son similares, pero ninguno igual a otro.
El hombre necesita, según su actuación y capacidad, su casa propia, sus herramientas de trabajo, sus animales domésticos, sus libros de estudio, sus elementos alimenticios vitales. El técnico necesita su laboratorio y el organizador su fábrica, el sacerdote su iglesia, el sastre su máquina de coser y el navegante su barca. Para esto es necesario el aporte impositivo de los hombres a un fondo común social, el gran “Almacén Inca”.
La posesión de los elementos vitales verdaderamente indispensables para el hombre no es el objeto en sí sino la posesión anímica de los mismos. Es poseer el caudal de experiencia, la capacidad técnica y aplicativa de los medios experimentados, el gozo interior y comunicativo del propio valor y, sobre todo, la seguridad íntima de tener derecho a la participación a los bienes de la vida.
La Economía Providencial ha de ser practicada con la familia.
Las obligaciones con aquellos que dependen de uno han de ser espontáneas como el agua fluye. Dar, siempre dar el máximo, ha de ser el lema de los padres, de los hijos, de los hermanos, de los familiares.
La mayoría de los hombres dan lo menos que sea posible a los suyos para que luego hereden más. La herencia es el peor mal de la Humanidad; desde luego, las herencias desmedidas o inoportunas. Todo lo que se dé a los familiares como necesidad de desenvolvimiento de vida será constructivo y feliz, mientras que le herencia desmedida ha de ser considerada un mal por los Hijos.
La Economía Providencial ha de ser practicada como disciplina mediante el ahorro.
El ahorro no es un factor egoísta cuando es practicado como previsión; así es base de felicidad civil.
Hay necesidades, que se desplazan en el tiempo y lugar que es necesario considerar; lo malo es el ahorro hecho como medio e idea especulativa exclusivamente.
La Economía Providencial ha de ser practicada por el Hijo como posibilidad de ofrenda.
La producción del hombre es siempre superior a sus necesidades reales y este excedente, fruto de discreción y economía, el Hijo ha de ofrendarlo providencialmente como una obligación hacia los demás seres. Desde luego que toda ofrenda hecha para los demás hombres implica una imperfección en sí; el hombre, en un mundo bueno, no debería necesitar nunca nada de nadie, pero es ésto un esfuerzo para alcanzar aquel estado de perfección económico.
El Hijo no da una caridad voluntaria, sino se impone, por sí solo una obligación sagrada y solemne de dar proporcionalmente, para aquellos que no tienen todo lo necesario, una parte de lo que tiene y produce. Él estima que no regala, sino que es un deber de hombre y gente que es un mandato divino que él asume con toda responsabilidad.
Parte de lo suyo irá sistemática y ordenadamente a los niños, enfermos, incapacitados, débiles, ancianos y demás necesitados.
La Economía Providencial ha de ser practicada por el Hijo como parte de su desenvolvimiento espiritual.
El concepto de no posesión, la seguridad que adquiere el Hijo de tener en sí su propia riqueza, la ofrenda sistemática efectuada para darle a esta teoría una efectividad, lo hacen participar del Plan Divino.
No se podrá solucionar el aspecto espiritual del hombre si no se solucionan sus dificultades económicas.
El problema económico sólo puede ser solucionado si se lo traslada al Plan Divino, quiere decir, no son dos problemas el pan material y el pan espiritual, sino uno solo. Es tan importante comer como saber.
El Hijo, con esta comprensión y aporte, traslada la faz material a su divino mundo interior y la soluciona con su participación de no posesión, de adquisición de poder posesivo interior y no exterior.

Enseñanza 11: El Cuerpo de Fuego

El Mensaje de la Divina Madre, transmitido por Cafh, no tiene un cuerpo material sobre la tierra sino sólo puntos de descarga a tierra.
Ired es la idea, opuesta e igual de un valor y la Voz Divina que la transmite es puramente espiritual. Como tal no se detiene en su trayectoria, sino llega hasta su último término que es el punto material terrestre.
Desde allí transformada, opuesta pero igual, distinta en densidad pero similar en medida, ella vuelve a remontarse hacia lo Eterno.
La descarga a tierra de Foá se efectúa de tres modos: sobre un punto terrestre, sobre un cuerpo físico o sobre un detrito.
El punto terrestre y el cuerpo físico del Hijo, una vez que han servido de descarga, han de disolverse inevitablemente.
Esto ocurre cuando un lugar determinado ya no es apropiado para la misión a cumplir. Cristo dice a sus discípulos: “Caso que no quieran recibiros, ni escuchar vuestras palabras, saliendo fuera de la tal casa o ciudad sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que Sodoma y Gomorra serán tratadas con menor rigor en el día del juicio que no la tal ciudad”.
La parcela de tierra que fue receptáculo de la descarga de la Gran Corriente ha de transformarse en una masa descompuesta y reintegrarse rápidamente al gran depósito cósmico.
Por eso es inundada por las aguas o cubierta por las arenas o destruida por el fuego o abierta por el temblor.
Esto sucede también cuando un Hijo muere y abandona su cuerpo físico. Éste se desintegra rápidamente para no dar alimento a los cascarones astrales y pábulo a las formas etéreas.
El cuerpo es el fósforo; cuando es prendida la cerilla es consumida por la llama; cuando la llama se apaga sin consumir enteramente la cerilla, ésta es tirada como inútil.
Así, el Hijo que se pone en contacto con Cafh y ofrenda su cuerpo para ser punto de descarga de la Voz Divina, ha de ser combustible hasta el final; si nó se convierte antes de tiempo en un detrito.
Estos detritos, no rápidamente consumidos, son para Cafh una manifestación independiente, contraria y dañina. Independiente, porque fueron expulsados de la Gran Corriente sin ser consumidos. Contraria, porque lo que no permanece en la unidad es una imitación deforme de lo real. Dañina, porque el poder separado de su manantial renovador se intensifica venenosamente.
El Hijo, al prestar su cuerpo para que sea descarga a tierra de Foá, por la ofrenda voluntaria y continuada consume paulatinamente la parte más densa y grosera de sí y transmuta las partes más sutiles, formando como un nuevo cuerpo: el Cuerpo de Fuego.
Las palabras Paulinas, “Despojarse del hombre viejo para revestirse del hombre nuevo”, no tienen sólo un sentido figurado sino un sentido real.
El Cuerpo de Fuego no es entonces ni el físico ni el etéreo, sino un cuerpo más sutil que actualmente reviste a los Hijos como un velo, como una luz superpuesta al cuerpo físico, pero que es el principio de lo que serán los cuerpos luminosos, transparentes y alternados de los hombres futuros.
Así como la fuerza de Cafh no es sólo un hecho ideal, sino también efectivo, así el Cuerpo de Fuego de los Hijos es real y visible.
Esta transmutación de los elementos corporales empieza enseguida que el aspirante se pone en contacto con la Gran Obra.
Cuando el Hijo, místicamente, con las palabras de ofrenda mezcla su sangre humana con la sangre espiritual de Cafh, empieza su transmutación: sus venas son vaciadas para ser luego colmadas por la sangre ígnea y etérea de Cafh.
“Igne Natura Renovatur Integra”.
Es este momento en que el alma se entrega, muere para revivir, se hace esclava para lograr la libertad, deja su cuerpo para tomar uno nuevo.
Todas las ofrendas sucesivas, los votos, las promesas, las obligaciones y deberes, no serán más que confirmaciones de una conquista ya asentada. Éste es el momento del nacimiento nuevo. El Hijo irá elevándose, pero manteniendo siempre en sí la estructura natal de este primer momento de iniciación en el Sendero.
El alma ha de lograr, en Cafh, la Unión Divina por la aniquilación total de los valores externos de por sí.
El aspirante, al ingresar a la Gran Corriente, se hace una nada; sólo así puede brotar de nuevo y completamente con nueva carne, con nuevas energías, con un pensamiento nuevo.
La transmutación del cuerpo físico en un Cuerpo de Fuego se efectúa por etapas, siendo confirmada a través de las promesas temporarias, solemnes, perpetuas y eternas; pero el nacimiento de fuego se efectúa en el momento crucial del ingreso.
La intensidad de comprensión, por parte del Hijo, del acto trascendental que acaba de cumplir y de la transformación que se ha efectuado en él es la que determina el lugar y el progreso del Hijo en el Sendero.
Esto se manifiesta enseguida en él por un sentido de confianza y de dependencia.
Nadie podrá recorrer el Sendero sin un Maestro que lo guíe. Nadie podrá nacer a la vida espiritual sin una madre y un padre que lo críe ni nadie podrá volar libremente por los cielos sin haberse procurado una alas.
La confianza en lo divino y la dependencia en lo humano son las fuerzas que desarrollan el Cuerpo de Fuego.
Esta dependencia del Hijo, ejercitada continuamente por las obligaciones contraídas, elimina la parte grosera y material que hay en él.
El apego ancestral a su naturaleza instintiva, la preocupación temerosa de conservación y los lazos de sangre son vencidos por la dependencia.
La dependencia humana impuesta embrutece al alma, mientras la dependencia espiritual voluntaria la eleva y transforma.
Los Hijos que demuestran no tener espíritu de dependencia nunca podrán transformarse, ni nunca podrán ser aptos para mandar y dirigir a otros. Para elevarse hay que descender y para mandar hay que saber obedecer.
La confianza adquirida en el Sendero elegido y expresada desde un primer momento, es prenda segura de perseverancia y realización. Empezar bien es haber cumplido ya la mitad del trabajo.
El Hijo que se abandona confiado en los brazos de la Madre Divina y siente, aún obscuramente, desde el empezar que el Sendero es el Sendero y que ya no habrá ya otro para él, está ya confirmado por los Maestros y difícilmente no llegará hasta el fin.
Este sentimiento interior e íntimo de confianza en Cafh no tiene nada que ver con las tentaciones, dudas y rebeldías que sacuden a los Hijos. Las asperezas exteriores y pasionales se liman por la mano del Superior experto, suavemente o con fuerza, pero el fuego ya brilla en el interior y el nuevo cuerpo ha nacido.
La vocación, cualquiera sea, como sentido de entusiasmo no puede durar. No hay nada que interese el alma siempre por igual. Pero la vocación espiritual es y ese ser lo que es sólo se confirma interiormente por la confianza y exteriormente por la dependencia.
La diferencia esencial entre los cuerpos físicos y los Cuerpos de Fuego es la mayor semejanza que tienen estos entre sí, muy superior a la semejanza que tienen los hombres por parentesco de sangre.
La semejanza de los Cuerpos de Fuego entre sí es resultado del esfuerzo común e interior en lograr un fin único.
Esta visión de un Hijo dará una idea de esta semejanza:
“Veía un grupo de hombres y mujeres perfectamente transmaterializados en un plano de clara luz. Las puertas, arcadas y muebles estaban formadas por las líneas que trazaban las sombras sobre la intensa luz. Los hombres vestían con simple etiqueta, con capas negras forradas de raso blanco y las mujeres elegantemente de negro. Lo notable en ellos era la luminosidad del rostro, el brillo oro rojizo de los cabellos y la uniformidad y semejanza de los rostros. La paz y seguridad de sí mismos les había quitado de la cara toda dureza y línea característica, si bien todos conservaban un aspecto de edad mediana. La obra que desempeñaban en el mundo los mantenía atados a la duración de sus apariencias.
Desapareció este conjunto y apareció el conjunto de los jóvenes. Eran exactamente iguales a los otros. El aspecto de juventud sólo se distinguía por una mayor tersura de su rostro.
Luego apareció el grupo de los más ancianos. Todos tenían los cabellos oro rojizo de gran luz y fuerza”.
La semejanza de los Hijos entre sí es cada vez mayor según el adelanto espiritual de los mismos e infinitamente más notable a la de la sangre.
Los Cuerpos de Fuego, por este lazo de fraternidad y semejanza, forman una cadena mística que los va uniendo indisolublemente y que es luz y vida del Cuerpo Místico de la Gran Obra de Cafh.
El lazo espiritual es bueno, real y verdadero, y está exento de la preocupación animal y sanguínea que obscurece los afectos más puros.
Está basado sobre una sana despreocupación que hace buscar primero el reino de Dios sabiendo que todo lo demás le será dado por añadidura y, como se ama al hermano a través de la divinidad, los frutos son de paz y sosiego.
Donde no hay intereses creados, esperanzas de recompensas, preocupaciones de herencia, hay comprensión, estímulo, consejo y un cariño imperturbable. Sólo quien lo conoce sabe cuánta dulzura y afectividad encierra el cariño espiritual y cómo se acentúa en el momento del dolor, de la enfermedad y de la prueba.
Además, el lazo espiritual de los Cuerpos de Fuego entre sí es fuerza sobrenatural para los Hijos puedan sobrellevar ciertas pruebas y cruzar ciertos pasos del sendero. Ellos serán indefectiblemente los padres de los hombres de la raza futura.
La Idea Madre, transmitida a través de la voz Divina de las enseñanzas y realizada por el Hijo en su vida interior, necesita un canal adecuado para ser transmitida. Este canal es la mente, la energía y el Cuerpo de Fuego del Hijo.
A veces es necesaria, para la transmisión de ciertas enseñanzas fundamentales, una intervención más directa de los Maestros. Entonces este canal intensifica su fuerza de transmisión y el Cuerpo de Fuego adquiere una fuerza nueva y extraordinaria.
La vibración del Maestro se pone más y más en contacto con el Cuerpo de Fuego que se hace receptáculo vivo, no sólo de la enseñanza, sino de la energía y de la expresión del Maestro.
Los Maestros se apoderan del Cuerpo de Fuego del Hijo para manifestarse a través de él, sea transitoria o permanentemente y aún pueden transmitirse de un Hijo a otro en la hora de la muerte hasta cumplir determinada misión.
Esta transmisión de Maestros a Hijos es a veces tan intensa que éste cambia de aspecto, de modales y de voz durante un tiempo y toma actitudes completamente extrañas a él.
El Cuerpo de Fuego es la confirmación exterior y viva de la potencia de Cafh y de la realización del alma. Testimonio permanente, sobre la tierra, de la impermanente conquista espiritual.

Enseñanza 12: Las Estrellas Celestes

En el firmamento de Cafh las Estrellas Celestes de las almas liberadas marcan las etapas de realización.
El alma esta regida por leyes eternas que no puede eludir. El secreto de la deificación queda develado al identificar la voluntad individual con la conciencia cósmica.
La solución del teorema divino es de una sencillez insospechada: Tú y Él; Él y tú. Fácil de comprender, pero difícil de ser.
Sólo por etapas ha de ser lograda la realización y el por qué es un misterio que la mente nunca pudo penetrar.
Las etapas, para el alma, son siempre fundamentalmente las mismas, si bien se caracterizan y determinan según el tipo de ser, según la raza a que pertenece y el clima de la latitud en que está radicado.
Además, estas diversas etapas son al mismo tiempo, genéricas e individuales.
La Reunión de almas de Cafh se desenvuelve por etapas especificas, útiles al adelanto de los Hijos que le pertenecen y al cumplimiento de la realización de la Gran Obra.
Los nombres místicos de estas etapas ascendentes son:
HES: Idea Madre
IRED: Voz Divina
FOÁ: Potencia de Amor
IHES: Redención Hipostática
CAFH: Cuerpo Místico
AHEHIA: Iluminación Espiritual, y
EL ALMA, con su nombre propio: Unión Deificante.
El alma que levanta los ojos a su cielo interior verá que la primera estrella, la que guía toda la trayectoria del sendero, es la Divina Madre Hes.
Ella, desde la eternidad, sabe el nombre y el número de los seres predestinados para Cafh. Desde los mundos superiores están marcadas las almas que han de lograr su liberación por el sendero de Cafh.
Ineludiblemente, sea donde sea, el alma será llevada a su destino glorioso. Esta predestinación parece un destino ciego, que elige a algunos y desecha a otros, mas no es así si la razón, desde la consideración del tiempo, se eleva a la visión de la duración permanente.
Tal predestinación sólo cuenta por el momento, ya que entre tanto nuevas almas se van haciendo aptas para el mismo fin y otras se ponen en camino de serlo.
Si bien divinamente las almas de Cafh están predestinadas, este signo, permaneciendo humanamente como misterio, le concede a todas las almas la posibilidad de acercarse a la Gran Corriente. Las almas que se acercan a ella siempre tendrán posibilidades de predestinación.
La otra Estrella Celeste que brilla en el firmamento de las almas es la estrella guía, necesaria para que el alma emprenda su camino ascensional.
Los Maestros de Cafh guían a las almas a través de los Superiores, Oradores y Directores Espirituales. El número de estos Maestros es ignorado sobre la tierra; sólo puede decirse que se divide en místicos grupos que desde los mundos superiores transmiten el Ired a las almas.
En el mundo astral hay grupos de Maestros que están en más directo contacto con los Hijos, divididos en número de uno y cuarenta y dos. El número uno está constituido por un Iniciado del Fuego o un Iniciado Lunar.
La Idea Madre es asimilada por Ellos a través de una intensa concentración de un gran amor y tomando vida propia se hace Ired, Voz Divina.
La Idea Madre sintetizada en Cafh es: El mal es lo exterior, lo personal, la multiplicidad de por sí, lo compuesto que quiere disociarse de lo simple y tener una vida propia, algo que es imposible, que aleja de lo real y crea fantasmagorías infinitas.
El alma para volver a su prístino estado de sencillez y unidad, ha de hacerse egocéntrica, vivir de sí, por sí, en sí, exaltando continuamente la vida interior.
La egoencia no es una superpersonalidad, sino es hacerse una pura nada para identificarse con la Conciencia Universal de la Divina Madre.
La realización del alma, completamente interior, es el esfuerzo para hacerse diariamente semejante a Ella, como la gota de agua al manantial.
La etapa en que el Ired de Cafh desciende al alma es aquella que permite el descenso de la Divina Madre al corazón del Hijo.
La Voz Divina del Ired encarna en los Hijos por la Fuerza del Amor de la Divina Madre, por Foá.
Los Maestros, desde los Mundos Superiores, toman la Idea Madre y le dan vida espiritual. Hacen de ella el Ired, que es el Verbo, el Mensaje de la Madre, la Voz divina; y éste se encarna en el Hijo por la fuerza del Amor de Foa que es la Fuerza de Amor de la Divina Madre.
El corazón del Hijo es la morada de Ella en el sentido espiritual y material. Esta divina encarnación hace posible que el alma viva su vida interior sin salir de allí y pueda mantener su egoencia y ser una pura nada de por sí y un todo con Ella. Así logra el Hijo su control de fijación de la estabilidad. Tal fijación no es inmovilidad ni inercia, sino una fuente de toda actividad, no de por sí, sino a través de Ella.
La Idea Madre se fija en el alma y se une indisolublemente a ella por un ritmo divino. Este es el elemento fundamental de la simplicidad que oscila continuamente en sí, haciendo de la materia mente y de la mente materia, y rechazando el ritmo humano de imitación, de disolución y de multiplicidad.
La Divina Madre es la medida del hombre. El hombre es sencillamente una nada, pero Ella es todo. No es una nada humana que se disuelve en una nada eterna, sino una nada humana que vive en la medida divina y eterna.
Fijación, ritmo y medida desenvuelven el proceso interior del alma de Cafh.
La potencia de Amor de Foá, la gracia de la Encarnación de la Idea Madre en el Hijo, es la solución del problema eterno, el puente tendido entre el cielo y la tierra, entre el alma y Dios.
La Voz Divina encarnada en el Hijo se asienta en él y toma su carne y su sangre. El Hijo, receptáculo vivo, envuelve la Palabra Divina y la alimenta de sí, transformándola y transformándose en ella. Sólo este misterio de amor hace posible la redención y da lugar al nacimiento, en el alma del Hijo, de la Divinidad, Ihes.
Demasiadas cargas pesan sobre el alma y sus aspiraciones no pasarían nunca más allá del buen deseo si no fuera redimida por la divinidad humanizada.
La divinidad se limita para que el alma sea libre. El Hijo, al contacto divino, se va entregando de a poco, sin reserva, hasta que nada queda de su humanidad. No será él que vive, sino la Divina Madre que vive en él.
El Hijo será redimido y por esta redención se hará corredentor del género humano. Todo su ser, toda su sangre será inmolada por la renuncia para la salvación de todos, pero al mismo tiempo, la vida divina y la sangre eterna revivirán en él. De hombre humano, por la redención, se transformará en un hombre divino.
En el mundo el Hijo sólo vive a través de Cafh.
Los afanes y los trabajos, todo es nada para él. Estos tienen valor sólo cuando los ve a través de los ojos de Cafh, que es la expresión visible de la Divina Madre en el mundo. Todo lo exterior, lo múltiple, lo cambiante de por sí, es polvo y escoria; mas, visto a través de Cafh como resultado de la manifestación divina toma una importancia extraordinaria y vital.
Los Hijos son una nada, pero no abandonados a la nada. Su nada es una sencilla potencia egocéntrica que no admite compuestos para sí, pero que está en una continua y productora actividad. El ritmo potencial interior que hace de la mente materia y de la materia mente, aniquila la actividad de por sí, pero le da una fuerza extraordinaria de actividad en sí, en Ella. Dios es en sí silencio profundo e inescrutable, pero se manifiesta en el mundo como una acción ininterrumpida. El Hijo permanece en su silencio y en su paz, pero trabaja fuera sin silencio y sin paz.
La redención interior, al salir fuera del Hijo y expandirse a su alrededor en beneficio de los demás seres, lleva al Hijo a la Iluminación Espiritual.
Lo que está en él lo encuentra continuamente en las almas redimidas. La divina Madre que está en él la encontrará en todas las almas. Hes y Ahehia son una.
Esta etapa lleva al Hijo hasta la cumbre y le concede la iluminación espiritual; puede volar cual águila sobre la Humanidad y reflejar su luz en todas las almas.
Él ha llegado a la etapa final.
Él puede transformarse en una Estrella Celeste, en un alma liberada.
Dice el Libro de los Muertos de los Egipcios: “Ya no puede morir otra vez. Le será concedido un astro en el cielo y será estable como las horas de la Eternidad”.
El ya puede saber quien es y puede identificarse a través de su nombre espiritual. No volverá el alma a ser compuesta ni sujeta a las combinaciones de la vida y de la muerte, sino será sencillamente deificada en la Unión de la Conciencia Divina.

Enseñanza 13: El Fuerte Libertador

Cafh espera el próximo descenso de la Divina Encarnación sobre la tierra.
El Fuerte Libertador, el Maitreya, el Cristo Glorioso, es la imagen del Ser Divino esperado.
Muchos afirman que la Divina Encarnación en realidad no encarna en un hombre, sino sólo anima una forma o da impulso a un ser escogido. La naturaleza del Dios-Hombre es sólo divina; su humanidad no es más que un reflejo, una ilusión.
Otros afirman que la Divina Encarnación es un símbolo, una imagen del descenso del espíritu a la materia y la elevación del mismo a su prístino estado, una analogía divina que indica el nacimiento de una fuerza espiritual en el alma, que es la manifestación trascendente de Dios en el ser, ya que el alma debe salvarse por sí sola.
Otros aún afirman que la Divina Encarnación está real y esencialmente encarnada en el Hombre-Dios y que su naturaleza es humana y divina.
Los orientalistas dicen que la Divina Encarnación realmente humana y divina viene periódicamente sobre la tierra para salvar a la Humanidad.
Los cristianos dicen que la Divina Encarnación, realmente humana y divina, encarna en el Dios-Hombre sobre la tierra para redimir a la Humanidad y que este acto divino, por ser integral y satisfactorio, no puede ser repetido; es único.
Cafh tiene al respecto su propia opinión que se expondrá aquí, pero que en última instancia deberá ser aclarada individualmente por el Hijo a medida que se acentúe en él la pureza interior y la claridad mental.
El ser tiene que lograr su liberación interior por su propio esfuerzo. Pero esta humana voluntad pierde todo valor determinante cuando se desune del fin común y único. El destino de perfección inherente al alma es su participación a la conciencia cósmica.
Entonces el ser por sí solo logra su liberación, porque determinadamente se pone en contacto con las fuerzas de liberación cósmicas.
La liberación del ser es preestablecida por un acto puro de la conciencia divina y lograda por el ser mismo, en sí, por su acto voluntario de participación y esfuerzo. Es indispensable entonces la participación de la Encarnación Divina para la salvación de los seres y del ser.
Esta salvación entonces no se efectúa solo individual o parcialmente, sino es colectiva para todo el género humano, para todas las fuerzas vivas predestinadas de la tierra y al mismo tiempo para cada ser de por sí.
Este proceso divino-humano en bien de la redención total de los seres puede ser observado en el curso del desenvolvimiento de la raza aria.
En los principios de la raza, la Revelación y la Tradición expresan únicamente un contacto del hombre con Dios a través de la reverencia y la pleitesía. Dios impera constantemente en el mundo y sobre el hombre, y el hombre tiene a su vez los ojos continuamente levantados al cielo en busca del amparo de este Dios, pero no lo conoce sino a través de las grandes manifestaciones de la naturaleza.
Como pasan los ciclos de vida esta idea se hace más profunda en el hombre, pero simultáneamente establece una valla infranqueable entre Dios y el hombre.
Dos cosas completamente distintas, un Dios inmanente y un hombre creado. Dos paralelos que se alejan cada vez más de su punto de partida y que ningún sistema filosófico ni imagen especulativa de la mente llega a unir; es una separación infranqueable.
El alma pierde su potencial unitivo con Dios y queda así inhibida para los grandes vuelos frente a un gran vacío.
Dios sólo puede llenar ese vacío. Sólo Él puede acercarse al hombre y atraerlo a Sí. Este es un hecho no sólo humano, sino racial y cósmico.
La Divina Encarnación es Dios mismo que toma forma humana para llenar este gran vacío.
Mas, para que este descenso divino a la tierra sea tal, no puede ser sólo un hecho ideal, una irradiación, una imagen, una potencia directiva, sino ha de ser un hecho real, efectivo, carnal. De no ser así no llenaría su fin.
La idea del descenso divino a la tierra se hace sentir simultáneamente, sobre toda ella.
La plasmación de la Idea Mesiánica lo impregna todo en un mismo instante.
A la distancia del tiempo esto se puede casi probar históricamente.
El hecho de un Dios hecho hombre no está mencionado en ninguna de las tradiciones más antiguas, especialmente ni en las védicas ni las hinduistas.
La Revelación sólo establece las relaciones del hombre con el Dios cósmico.
La Idea Mesiánica que se manifiesta en el mundo antes del advenimiento de Cristo, remonta a pocos siglos antes de su venida y aparece simultáneamente en todas las religiones y en todos los pueblos.
La idea de la necesidad de un Mesías Redentor se plasma sobre la mente del mundo. Osiris, el Dios protector de los muertos, se transforma en Egipto en el Redentor, muerto, despedazado y vuelto a resucitar para bien de los hombres.
En la India el Divino Redentor Krishna encarna sobre la tierra, se hace semejante a los hombres, participa de sus vidas y de sus males para poder salvarlos. Krishna en ningún texto indo está mencionado históricamente antes del periodo mesiánico.
Cristo, hasta los nombres son parecidos en su raíz, es el Dios Hombre que vive y muere para redimir a la Humanidad. La Divina Encarnación del Iniciado Solar de Cuarta Categoría es un hecho divino y humano, ideal y material, cósmico e individual.
El acto redentor, entonces, si es un hecho real, si es un acto divino pleno, no puede ser repetido: es único.
La Divina Encarnación encarna periódicamente sobre la tierra, pero el acto crucial de redención de una raza sólo puede ser consumado una sola vez.
La Divina Encarnación encarna entre los hombres y se pone en contacto directo con ellos.
Vuelve en otra etapa y alumbra sus mentes. Retorna otra vez e impregna todo de su presencia.
Los hombres están idealmente predispuestos para la redención por la influencia de las Divinas Encarnaciones que han encarnado entre ellos, pero la redención carnal efectiva sólo se consuma una sola vez.
Cristo, con su participación humana a los dolores de la Humanidad, en su Pasión, los redime plenamente. Aun carnalmente.
Mas la redención potencial de la Divina Encarnación de Cristo ha de ser actualizada en cada ser. Cada hombre ha de transformarse en otro Cristo para hacer efectiva en él la Divina Redención.
Lo que fue hecho y abarcó toda la conciencia de la Humanidad, lo ha de repetir cada alma en sí con su voluntad y esfuerzo.
El descenso de la Divina Encarnación a la tierra en la próxima aparición ha de lograr plenamente este fin.
El Fuerte Libertador ha de quebrar la puerta que separa al alma de la divinidad, para que ésta logre una trascendencia divina.
Y este Divino, real, iniciático advenimiento, es el esperado por Cafh.

Enseñanza 14: La Integridad de la Gran Obra

El Plan Divino en la tierra se desenvuelve a través de las obras de los hombres.
Las obras materiales, intelectuales y espirituales de los hombres, constituyen el Cuerpo Místico de la Gran Obra, a través del cual se manifiesta y cumple el Plan Divino sobre la tierra.
La Ley de Predestinación Consecutiva y la Ley Arbitral de Posibilidades chocan entre sí constantemente en lucha satánica, pero cuando entran en un plan armónico de analogía se transforman en el devenir realizador.
Estas ideas divinas, concretadas humanamente en el mundo, dan por resultado la Integridad de la Gran Obra.
La Gran Obra, sin embargo, está hecha por una infinidad de piezas distintas que se van labrando paulatinamente y uniendo entre sí en el tiempo y en el espacio. Cada conjunto de hombres trabaja en una determinada pieza que es una parte integral de la Gran Obra.
Cafh participa en la Integridad de la Gran Obra destinada a la formación de la raza futura, en una labor espiritual.
La Gran Obra de Cafh es reunir a las almas destinadas, en el tiempo y en el espacio, para preparar la Idea Madre Espiritual de la raza futura.
No sólo Cafh prepara el movimiento espiritual del futuro, pues hay en el mundo otros grupos, no numerosos, que trabajan y están destinados a este fin especial.
La Idea Madre Espiritual del futuro será constituida por una Organización, un Conocimiento y una Mística.
La Gran Obra de Cafh es preparar una parte de la mística del futuro por la sublimación de la Vida Interior en las almas.
Cafh hace su Obra reuniendo a las almas destinadas para ella a fin de que desenvuelvan continuamente en ellas mismas la vida interior, practicando por tres etapas, según sus categorías, la ascesis de la Renuncia y la Mística del Corazón.
No todas las almas que forman la reunión de almas de Cafh son hombres que moran en la tierra, sino que hay almas que participan de su obra y que moran en el mundo astral.
La reunión de almas de Cafh forma el Cuerpo Místico de la misma.
La Gran Obra de Cafh, por ser tal, ha de tener una manifestación en el mundo y ella por no tener bienes extrínsecos no tiene ni templos ni ciudades ni posesiones, se manifiesta en el mundo exclusivamente como una obra magnética, a través de su Cuerpo Místico formado por el caudal humano y magnético de sus Hijos.
Ella se manifiesta entonces a través de sus mismos Hijos: por sus cuerpos, sus almas, sus posibilidades, su capacidad, su hacienda, su sangre y su santidad.
Los resultados de esta potencia interior puesta en movimiento, es una irradiación magnética que continuamente va materializándose en hechos vivos y duraderos.
Estos hechos son: providencia para los necesitados, salud para los enfermos y dirección para las almas.
Los Hijos, por la práctica interior de la Mística del Corazón y por el ejercicio continuado de la Ascesis de la Renuncia, ahorran una infinidad de fuerzas que reparten en el mundo como realización inmediata.
La práctica de la Economía Providencial capacita a los Hijos para ayudar materialmente a los necesitados a ellos destinados.
La ayuda material hace violencia a la buena voluntad de los hombres y, al quitarle preocupaciones exteriores, los impulsa hacia la vida espiritual. El hombre necesita dos panes diarios: el pan material y el pan espiritual.
La reserva de energías aumenta en los Hijos el caudal de fuerzas magnéticas que transmiten a los enfermos como salud y bienestar. Un hombre sano y fuerte es una promesa para el futuro y una piedra angular para el gran templo de la religión universal.
La unión íntima que practican los Hijos con la Divinidad les confiere el don de aconsejar y dirigir a las almas. Revelar las posibilidades de lo sobrenatural a los elegidos es abrirle los ojos del alma para que vean su cielo interior.
La obra material y exterior entonces, el Gran Templo de Cafh, está constituido por esta obra directa que los Hijos ejercen con los hombres.
Cafh, no poseyendo nada sobre la tierra, no quiere ocultarse al mundo, sino quiere demostrarle la verdad espiritual de la consistencia de los bienes humanos en sí, prescindiendo de los bienes materiales.
La vida interior, la búsqueda divina en el alma, no sólo es fuente de bien espiritual, sino también es fuente de bien intelectual y material.
Todo está metódicamente al alcance de la mano del hombre que busca en sí solo la solución de los problemas del ente y de la vida.
La Gran Obra de los Hijos de Cafh es realizar para el mundo este milagro.
Los Hijos participan así con la Divina Encarnación a venir, de la salvación de la Humanidad por la Ascesis de la Renuncia y la Mística del Corazón.
Participan físicamente, pues dan sus cuerpos y su sangre en la formación sobre la tierra de la Gran Obra de Cafh.
Participan intelectualmente, pues dan toda su fuerza mental para que la Idea se mantenga integral, no permitiendo su materialización a través de una obra material ni su volatilización a través de una obra ideal, según su lema: Hacer de la materia mente y de la mente materia.
Participan espiritualmente, no especulando sobre la Esencia o no Esencia de Dios, sino ofrendándole incondicionalmente todo su amor.
Aquél que sea contrario a estos principios fundamentales no participa de la vida espiritual de Cafh y empaña y atrasa su realización siendo al fin desechado por ella.

Enseñanza 15: El Poder de la Gran Corriente

Cafh es una Obra Divina nacida del pensamiento de los Maestros como resultado eficiente de una parte del cumplimiento del Plan Divino.
Los Maestros que idearon necesariamente a Cafh la reflejaron en la tierra en los Hijos que habían de darle vida y organizarla; estas corrientes de un pensamiento divino y una correspondencia humana generaron una fuerza determinada que invadió, paulatinamente, el campo magnético de la ideación de Cafh, formando así su cuerpo energético. El movimiento continuado que mantiene, acrecienta y distribuye las energías del cuerpo energético de Cafh se llama Poder de la Gran Corriente.
Esta es entonces la fuerza concentrada de Cafh, pasada, presente y futura; divina, mental y material.
Es la fuerza del pasado porque todo pensamiento, sentimiento, comprensión y esfuerzo de los Hijos emitido respecto a Cafh, al estar ésta en contacto con la Divinidad, toma una amplitud divina, quiere decir: un pensamiento o deseo divinizado, centuplica su potencia en todas direcciones y latitudes y se hace permanente y no pasajero. Subsiste en el campo energético como una realidad y no como una posibilidad.
Es la fuerza del presente porque está alimentando con la vida de los Hijos que le pertenecen; al unirse los Hijos a Cafh con un voto de unión grande o pequeño, ya que ellos entregan algo de sí mismos, algo de su vida, que diariamente se une al cuerpo energético de Cafh como una ofrenda. Aún el acto más insignificante del Hijo, toma por esta ubicación de él, frente a la divinidad, un valor extraordinario y lo hace copartícipe a la Gran Obra de Cafh.
Es la fuerza del futuro porque el Hijo, al no consumir en su beneficio todos sus esfuerzos y renunciando de antemano al fruto de las obras, las liberta de este modo de los factores perecederos, proyecta esta fuerza humana divinizada de la vida del Hijo en la eternidad, haciendo de ella un manantial perenne de fuerzas vivas que actuarán ciertamente en una era futura.
Es una fuerza divina porque es la Idea Madre de Dios como participación al Plan Cósmico expresada por los Maestros de Cafh, la cual no sólo protege a Cafh con el saber y el amor que mana de la presencia divina en Ellos, sino hace que Cafh participe de ella continuamente acrecentando su fuerza.
Es una fuerza mental porque la Idea Madre Divina es transmitida continuamente, no a través de una Revelación hecha tradición y dogma, sino a través de una Revelación continuada por una enseñanza oral, por un verbo divino humanizado.
Este fluye continuamente de la conciencia de los Maestros a la atención expectante de los Hijos y desde la voluntad comprensiva de los Hijos a la condescendencia de los Maestros.
Es este un canal mental siempre abierto entre los Maestros y los Hijos que genera fuerzas mentales ininterrumpidas que se vuelcan como una catarata continuamente en el cuerpo energético de Cafh.
Es una fuerza material porque los Hijos contribuyen a ella con su propia sangre, trabajo y posibilidades.
Dan su sangre a través de la votada reserva de energías; dan su trabajo a través de la asistencia física y astral, dan sus posibilidades a través de la entrega de su tiempo y por la renuncia de parte de sus bienes intrínsecos y extrínsecos.
El cuerpo energético de Cafh, a través del fluir continuo del Poder de la Gran Corriente se pone a su vez en contacto con el cuerpo energético del universo, dando y recibiendo fuerzas.
Además se pone en contacto con todos los centros de fuerzas similares a él que expanden sus radiaciones para la formación de la Idea Madre Espiritual del futuro, intercambiando continuamente fuerzas con ellos.
En esta actividad receptora, acumuladora y expansora se acrecientan y renuevan sus poderes.
El Poder de la Gran Corriente fluye sobre Cafh como un caudal circulatorio llenando las venas del Cuerpo Místico.
El Poder de la Gran Corriente está divinamente regulado a través de las jerarquías y categorías divinas y humanas de Cafh, y a través de la ofrenda de los Hijos.
No todos los Hijos participan del Poder de la Gran Corriente del mismo modo, ya que ésta es progresiva y según la categoría. Para participar de la misma es indispensable la ofrenda voluntaria y continuada del Hijo y la correspondencia gratuita y amable de los Maestros.
La participación al Poder de la Gran Corriente se efectúa permanentemente, o alternando o por reflejo.
Los Hijos que ofrendan su atención y buena voluntad a la Gran Obra participan de la Gran Corriente por reflejo; es como si fueran bañados por la luz divina.
Los Hijos que ofrendan una parte substancial de sí penetran en la Gran Corriente y son iluminados por ella en algunos momentos de elevación.
Los Hijos que ofrendan toda su vida sin reservas a la Gran Obra están invadidos por la luz divina de la Gran Corriente, que ilumina todo su ser hasta identificarse con ella.
Esta participación al Poder de la Gran Corriente es siempre paulatina.
Ningún ser podría tolerarla entera sin morir; sólo poco a poco se va identificando con ella.
Diariamente la Gran Corriente es actualizada en los Hijos a través de las bendiciones. Ella es transmitida por los Maestros, que actúan como canales divinos, al Superior y a los Superiores que actúan como canales humanos, y transmitida a toda Cafh y a todos los Hijos.
Ella es sabiamente distribuida por los Superiores en cada uno de los Hijos según sus posibilidades, y según ellos se hagan acreedores a la misma.
Cuando el Poder de la Gran Corriente es contenido y no se le permite llegar libremente al Hijo, se produce siempre un proceso doloroso. No es este un castigo propiamente dicho, sino un llamado al alma para que se haga digna de su vocación divina.
Los Hijos que no contribuyen con su esfuerzo continuado al sostenimiento de la Gran Obra y al Poder de la Gran Corriente, se transforman en parásitos y vampiros.
No corresponder como es debido a la Gracia Divina y ser perezoso en el cumplimiento de los propios deberes, es ser un parásito. No corresponder egoísta y tercamente a la Obra Divina es transformarse en un vampiro.
La triste consecuencia de estos males es que, lógicamente tarde o temprano, los Hijos infieles son expulsados de la Gran Corriente.
La Gran Corriente actúa continua y beneficiosamente en todo el ser de los Hijos, pero es desperdiciada a través de actividades egoístas, de ansias negativas o de actuaciones psíquicas. Esto hace no sólo que se desperdicie la Gran Corriente, sino impide el libre circular de Ella en el alma del Hijo.
¡Estimado el Hijo que se esfuerza en hacerse acreedor al beneficio de la Gran Corriente!
¡Bienaventurado el Hijo que hace un hábito de su esfuerzo para vivir en la Gran Corriente!
¡Bendito el Hijo que se identifica con su esfuerzo con el Poder de la Gran Corriente!

Enseñanza 16: Unión Substancial con la Divina Madre

El alma constantemente anhela la liberación espiritual y la Unión Divina como supremo y único bien.
Cafh es un medio para lograrla.
Ella atrae a sí las almas predestinadas para que por su medio logren la Unión Substancial con la Divina Madre.
Es Unión Substancial porque es unión de sangre, de alma y de espíritu.
Este grandioso fin que el alma aspira encontrar como meta de sus esfuerzos es una cumbre que hay que escalar sólo simbólicamente.
La unión empieza a hacerse evidente en el alma desde el momento en que su deseo de perfeccionamiento le hace poner el pie en el sendero. Si desde su admisión a Cafh el Hijo, por la correspondencia divina que se establece entre él y los Maestros, participa inmediata y progresivamente de la Integridad de la Gran Obra y del Poder de la Gran Corriente, establece, simultáneamente, en su intimidad profunda el sentimiento tangible de la presencia y de la Unión de la Divina Madre en él y con él.
La Divinidad que mora esencialmente en el alma surge por este contacto, y toma allí una posición expansiva y visible.
Cuando el Maestro dice que el alma sólo al fin del Sendero logrará la Unión no niega la unión inmediata, sino indica las etapas a recorrer para que esta Unión sea permanente.
El contacto del alma con la Divina Madre da una Unión Sensible que purifica y transmuta la carne, la sangre y el magnetismo del Hijo.
La participación del alma a la vida de la Divina Madre por medio de los Dones de Cafh y de la práctica de la Ascesis de la Renuncia, da una Unión Anímica que desintegra los compuestos de las potencias del alma.
La mística del Corazón, o sea la idea de permanencia con la Divina Madre, sentida íntimamente y expresada con resultados obscuros a través de un estado de conciencia simple y amoroso del alma, da una Unión permanente.
Esta Unión en donde cuerpo, alma y espíritu están substancialmente unidos a la Divina Madre es integral.
El contacto del alma con la Divina Madre, por medio de la participación con Cafh, es un sentimiento súbito de liberación.
Todos los hombres buscan afanosamente la libertad sin encontrarla nunca, pues es como si persiguieran la sombra de algo que siempre se mantiene a sus espaldas. Es que la libertad es de naturaleza divina y es bien único inherente del espíritu, mientras la libertad humana no es más que un reflejo exterior, transitorio, inalcanzable.
Mas el Hijo al hacer su primera ofrenda, al negarse algo de sí, al afirmarse como un valor contrario, se pone inmediatamente en contacto directo con la divinidad y, como consecuencia ineludible, percibe la expansión interior de su libertad.
Este pre-estado interior hace que sus sentimientos y fuerzas magnéticas vibren de un modo distinto y en contraposición a sus vibraciones anteriores.
La sangre, el magnetismo del Hijo, se transmutan totalmente y se realiza la Unión Sensible con la Divina Madre.
El Hijo, a más tardar en siete años, ha dejado su cuerpo y cambiado su sangre para tomar un Cuerpo de Fuego. La Unión Sensible no es una posibilidad, sino un hecho.
La participación del alma a la vida de la Divina Madre, por medio de los Dones de Cafh y de la práctica de la Ascesis de la Renuncia, es el principio de la desintegración de los compuestos en el alma.
A pesar de las grandes posibilidades muchos Hijos no pasan de la Unión Sensible.
La ofrenda fue cumplida, el contacto de unión consumado y los Dones de Cafh confiados a las manos del Hijo.
Pero el alma, que por los hábitos positivos anteriores esta predispuesta a convertir todo valor anímico en un resultado, siempre le está dando forma a todas sus posibilidades.
El poder que le fue otorgado se transforma en un hecho positivo y se pierde.
La fuerza divina actualizada construye nuevos métodos y resultados, nuevas ataduras y contrariedades.
El Hijo lucha y trabaja por fines separados y sus resultados son pobres y deficientes.
La negación que el Hijo hace de sí y su ofrenda de renuncia se transforman en bienes al alcance de sus manos que gasta enseguida en lo exterior.
Es indispensable que el Hijo haga de su renuncia un estado habitual continuado y esto lo logra por la práctica de la Ascesis de la Renuncia.
Esta renuncia sin desgaste de energías resultantes empieza a favorecer al alma para lograr desintegración de los compuestos que han de restituirle su prístina simplicidad.
El deseo de vivir, el recreo de la imaginación, la expansión del intelecto como deleite anímico personal son sistemáticamente negados.
Esta negación no niega sin embargo el valor de los bienes anímicos, sino sólo quiere impedir que éstos se identifiquen con la esencia pura del alma, como lo hacen constantemente.
Para que el Hijo niegue los valores anímicos, sin dejar por eso de estimular la función de la voluntad para poder mantener estos valores al mismo tiempo activos, ágiles y separados del centro del alma como medios no identificables, es necesario un fin que sea positivo en sus efectos sin serlo en sí.
El Hijo logra este estado por la entrega total de todos sus esfuerzos a Cafh.
El Hijo no crea formas, ni elabora conceptos, porque su única imagen es Cafh a través de la integridad de la Gran Obra.
Su único conocimiento es la Enseñanza que le es transmitida por los Maestros, impregnada con el Poder de la Gran Corriente.
Su único deseo es la permanencia continuada y substancial con la Divina Madre.
Este estado negativo desintegra al alma de los compuestos que la empañan y le concede la Unión anímica con la Divina Madre.
Sólo el alma que, libre de compuestos, permanece simple en su esencia puede reflejar y completarse con la Esencia Simple de la Divina Madre.
No puede, desde luego, haber ni darse una explicación de la Unión Sustancial ya que todo bien negativo es obscuro para la mente del hombre y todo estado espiritual pierde su simplicidad al querer ser expresado.
Pero hay en el Hijo, que permanece en la Unión Substancial con la Divina Madre, un aspecto y estado que hacen suponer su íntima y secretísima Unión Interior.
Estos conceptos y estados aparentes hacen presentir en el Hijo una conciencia simple y amorosa y son como mensajeros que indican que su alma posee la Unión Substancial con la Divina Madre.

ÍNDICE

Enseñanza 1: La Voz de los Maestros
Enseñanza 2: Las Almas Predestinadas
Enseñanza 3: El Reglamento
Enseñanza 4: Radio de Estabilidad
Enseñanza 5: La Enseñanza
Enseñanza 6: Las Categorías
Enseñanza 7: La Idea Madre
Enseñanza 8: Cafh frente a las Religiones
Enseñanza 9: Los Dones de Cafh
Enseñanza 10: Economía Providencial
Enseñanza 11: El Cuerpo de Fuego
Enseñanza 12: Las Estrellas Celestes
Enseñanza 13: El Fuerte Libertador
Enseñanza 14: La Integridad de la Gran Obra
Enseñanza 15: El Poder de la Gran Corriente
Enseñanza 16: Unión Substancial con la Divina Madre

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